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domingo, 28 de octubre de 2018
¿Un espíritu? ¡Qué depinga!
Qué depinga
es creer que existe un espíritu en nosotros, esa cosa libre de contaminación en
la que vive la conciencia y que está libre de pensamientos, de emociones, de
arranques pasionales y decisiones sin sentido. No sé si es tan depinga
atribuírselo a alguna imagen, a algún ser superior o grupete arribista, pero sí
lo es que pudiésemos deshacernos de tanta basura aprendida, de basura que marca
y condiciona, de basura que produce ansiedad y enfermedad sin siquiera ser detectada.
Qué depinga fuera que, lejos de un escondite, hubiese algo parecido a un hogar
dentro de nosotros al que pudiéramos regresar y ver todo desde la mejor
perspectiva, sin complejos ni temores, desde la protección de lo auténtico, de lo
natural, desde nuestro pedazo del universo. Sería muy depinga saber que el
pensamiento es una herramienta espectacular, pero que también es capaz convertirse
en nuestro carcelero y paralizarnos para no hacer, para no sentir con libertad,
para no amar. Sería muy depinga, para redondear, que el espíritu fuese nuestra
verdadera esencia y no nuestro cuerpo o las cosas que nos rodean, nuestra
apariencia momentánea, eso tan efímero que finalmente fenecerá y quedemos, como
espíritu, como energía en libertad, que quede porái experimentando tanto de
este tremendo universo del que somos parte y minucia. Ojalá existiera algo tan
depinga. Mientras, a medida que voy mirando cosas nuevas, haré como que sí existe.
Haré que le hablo a ver si algún día me contesta con la profundidad del caso y
así depurar los días por venir de tanta cosa inútil, dañina y malintencionada.
El viejito loco
El viejito loco se la pasaba en la plaza, mirando
los árboles, sintiendo el sol de la mañana, dándole pan a las palomas. Yo no sé
qué le pasaba, si todo eso es tan aburrido: no tiene sentido. Seguro se
levantaba en la madrugada a dar vueltas, a limpiar cosas, a dejarlas exactamente
en la posición en que las tomó. Parecía loco. Veía, cuando me asomaba por su
ventana, que comía pausadamente, mirando su plato, como agradeciendo algo al
utensilio. Qué loco eso, ¿no? A veces lo veía como con la mirada fija en la
montaña, luego se sonreía, luego despedía una lágrima. Ese sí que estaba muy
loco. Cuando salía a sus diligencias los zapatos no combinaban con su ropa, sin
mencionar esa gorra horrible que siempre cargaba. Alguien normal como yo no
podría tener la menor idea de cómo podría sentirse cómodo con todo ese
envoltorio desagradable a la vista, quién sabe si un poco maloliente. Pobre loco.
Hace pocos días
me dijo un vecino que el viejito loco había muerto. El vecino me dijo que había
acompañado al viejo en sus últimos momentos. Me dijo que antes de cerrar los
ojos le dio las gracias por acompañarlo y se despidió con una sonrisa en sus
labios rosados. “Murió en paz”, dijo el vecino. Da como cosa esa historia, ¡uy!
Reflexionando supe que yo no viviré una vida desquiciada como esa, para “aparentemente”
morir en paz. Yo soy normal. Yo soy de los que necesita distraerse con emociones
fuertes, con experiencias que me sacudan, para en la noche dormir feliz, dormir
cansado. Lo que no puedo ocultar, como cualquier persona normal, es que la
muerte me da mucho miedo… pero vamos, eso no tiene qué ver con la vida.
lunes, 8 de octubre de 2018
¡Cumpleaaaños feeeliz!
Otro año más. Uno nomás. Otro día aparentemente
imperceptible en medio de la rutina general de las cosas. Un cumpleaños más, entre
los tantos que llevo contados, entre los tantos que llevo retratado,
produciendo sedimentos, parado sobre la pila, buscando la pretendida trascendencia,
cierta reflexión interesante que sirva de mantel para lo que venga, para lo que
pueda ser. Trataré una vez más de recoger las ideas, los sentimientos, los
recuerdos que me hagan sentir que todo esto tiene algún rumbo rescatable cuando
se piensa en lo dejado atrás, en lo que se vislumbra para el cacareado
porvenir. No hay resumen posible. No hay estadística válida a la mano. No hay
proyección respetable a considerar, a publicar en alguna revista. La promesa de
saber y dominar los temas resultó un fraude. Cada respuesta solo produjo más
preguntas. Nada me hace pensar que gané certeza en algún tema, experticia en alguna
materia. Sigo, aunque con más herramientas en la caja, sin ningún método claro
qué aplicar. No hay fuegos artificiales en el cielo oscuro. No hay aperturas
incondicionales ante cualquier demanda de la vida. No hay nada cierto, aparte
de este maldito reloj imparable que tictaquea enfrente de mí, restando segundos
a lo que pudo ser todo un acontecimiento.
martes, 2 de octubre de 2018
Tu tesoro
Imagina que
después de tanto excavar, encuentras la verdad. Después de tanto tiempo,
lograste dar con la explicación del funcionamiento del universo. Ya estás hecho
y eres el poseedor de tan divino y grave tesoro. Ahora, cuidado: Si quieres
imponérselo a los demás a partir de ahorita, ten en cuenta la opinión y la
trayectoria del resto porque, para ellos, tu hallazgo es solo una opción.
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