Seguramente la vida es más que lo que
hemos experimentado hasta ahora. Segurísimo que nos hemos perdido en las
distracciones baratas y no tan baratas que supuran los medios, el sistema frío
y perverso que trata de separarnos de nosotros mismos, de los nuestros, de
nuestras raíces. Pero abrir los ojos y comenzar a sentir lo que en realidad
somos, dejar de distraernos con lo que pudiera ser y concentrarnos en lo que
es, no parece nada fácil. Y menos fácil será si quienes tienen alguna supuesta pista
del camino correcto se nos acercan y nos entregan un mensaje afectado,
enrarecido, comeflor, de caricaturas. Es impresionante lo estúpido que puede
llegar a sonar la verdad en los labios o en letra de quienes fingen haber
llegado a la cima del bienestar y ahora se dedican a embutirlo en nosotros con
los métodos más inadecuados y clicheteros que tuvieron a bien elegir. Yo estoy
convencido de que hay algo más, de que algo que estamos obviando, de que algo silencioso
que nos espera sentados y que hay caminos insospechados para llegar a eso que
me hará sentir pleno más allá de este ruido ensordecedor del ego; pero estoy
seguro de que chocando con estos mequetrefes que sugieren haber llegado al palacio
de lo bueno cruzando el puente de paletas de helados, mira, el camino se irá
alejando más y más, con cada intento. Y lo peor del asunto es que temo caer de
nuevo aquí donde estoy ahorita, en la misma marisma oscura, buscando algo de
distracción frívola y superficial en la que debo pasar el resto de mis días,
pero ahora con menos fuerzas que antes para mirar hacia los lados. Gracias,
mequetrefe insalubre, por tus presuntos favores.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
jueves, 14 de septiembre de 2017
miércoles, 6 de septiembre de 2017
Expertos en lo inútil
Somos expertos
buscando y hasta encontrando soluciones a los meros síntomas, no a las causas
reales. Enfocamos con entusiasmo nuestra miopía a la cresta del incendio y
no al escape de combustible. Establecemos la presunta causa, lo más evidente
ante nuestra ceguera y no lo que se esconde, lo que produce, refuerza y
perpetúa el efecto que nos aqueja, que queremos eliminar. Confeccionamos el instrumento, las herramientas y hasta la filosofía perfectos. Establecemos la infraestructura,
promocionamos por los medios, construimos edificios, abrimos plantas y damos
empleo. Obtenemos entonces la opinión pública a nuestro favor, toda esa gente que está harta del problema. Nos arrojamos, incluso, a ofrecer nuestras vidas “por la causa”. Entonces, al final de un nuevo comienzo, nos alegramos y
publicamos orgullosos, triunfalistas, esos informes pomposos y esperanzados que
afirman que la solución universal a la fiebre es buscar hielo.
viernes, 1 de septiembre de 2017
Ni tarde ni seguro
Parimos la muestra de sentimiento
de una de las maneras más inadecuadas. Debió llegar la enfermedad a decirnos
que nada era seguro, que el paisaje y las horas para verlo eran prestadas; que
todo era jodiendo. Ahora, a amarrarse el cinturón y a buscar rapidito en los
bolsillos del sentimiento y la querencia lo que siempre nos costó sacar a
relucir sin complejos. Ahora a registrar con detenimiento los escondrijos
oscuros en los que se escondía temerosa la mano tendida, la palabra afectiva,
la expresión definitiva del amor. Aquí estamos, todos sentados alrededor de quien
padece una afección en su cuerpo, pero que nos ha regalado a cada uno un trozo grandote
de alma y todavía le ha quedado para su consumo personal. Aquí estamos todos: el
que siempre estuvo, el que vivía lejos, el que vivía al lado y el que creía que
vivía; compartiendo recuerdos de cuando nadie expresaba el miedo, incertidumbre;
de cuando se daba por garantizada la felicidad
eterna. Todos dejamos las máscaras afuera y entramos a la sala de la casa
con nuevos ánimos, queriendo lograr esas pequeñas victorias diarias, esas que
ahora son profundamente nuestras. Súbitamente, como creímos hace poco que no
había mucho qué esperar, nos dedicamos a esperar exactamente lo que debíamos
esperar, incluso, a hacer exactamente lo que se esperaba que hiciéramos. Se acabaron
de repente, para esta etapa del grupo, las mentiras, los excesos, las
pretensiones, los dobles sentidos. No puedo evitar sentir que, en medio de esta
situación catalogada como terrible, ha surgido la autenticidad y la
manifestación honesta, sincera, de lo mejor que llevamos por dentro y que
seguramente esa persona que ahora atendemos nos dejó como regalo. No puedo
esquivar la idea de que esto que ahora nos
queja, es, justamente, un milagro.
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