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miércoles, 18 de enero de 2017

Un ser que no Es

Y sigues horadando el regalo original. Y continúas, pequeño ser de ínfulas agigantadas, destruyendo el cobijo que se te ha concedido. Yo te miro desde aquí, desde todos lados, desde mi totalidad, mientras entretenido en tu pequeñez vas haciendo maromas con lo poco que entiendes del entorno, con toda esa basura intelectual que te caracteriza, con las minucias que logras acumular para tu provecho efímero. Yo estoy tranquilo. Yo siempre estoy tranquilo. La verdad es que ahora no tengo mayor razón que antes para “asustarme” porque estés gozando en tu emprendimiento de autodestruirte. Meciéndome a veces, he visto pasar cataclismos flotantes de magma, heladas que me destiñen por un rato, visitas nucleares de objetos celestes que llegan, barren y se integran a lo que soy. Desde aquí, eres como la hormiga multitudinaria que se adueña de lo común, y en el delirio de que es ajeno, crees robarlo para tus cofres huecos. Eso, mientras llega la migración de mastodontes y en su paso indetenible, pausado, pero seguro, diezma tu cantidad y petulancia a cero. Si yo cayese en tu juego, en tu chantaje, en tu consabida extorsión, estaría temblando de miedo y hasta rogando por tu ayuda para salvarme. Pero esa fantasía está solo en tus sueños de grandeza, de pertenencia enloquecida, en el engaño que te dices, te escuchas y te crees cada día que te doy para habitarme... pendejo.

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