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lunes, 6 de julio de 2020

Qué sabrosito es ser romanticón, ¿verdad?

Qué sabrosito es ser cursi, romanticón, como que me muero por ti. Qué rico sentir que te voy a ver dentro de un ratico y se me va a quitar esta ansiedad que no me deja comer en paz, que me impide prestarle atención a mis padres, al profesor, al jefe. Una miradera por la ventana, interrumpida cada vez por un “¡Epa, Ignacio! ¿Qué te pasa?”. ¿Que si es amor? Por supuesto que lo es, si hasta me baño todos los días. No podría ser nada más que lo más puro y lindo que me ha pasado en la vida. Escribo tu nombre en el pupitre, en el banco del parque, en el árbol, por todos lados para que quede registro de este acontecimiento que tomó por cautivos a mi corazón y mi mente. No puedo… no quiero evitar pensar en el futuro, en vivir juntos, en despertar junto a ti, en anochecer contigo; en una familia con nuestros apellidos, domingos, jardín, perro y foto. Serás mi tapa del frasco, mi guinda del trago: lo serás todo. De verdad que no puedo evitar llorar un poquito cuando siento que esto terminará y nuestras vidas juntas perfectas se irán por el precipicio, causando una calamidad insuperable. Por eso, lo que significas para mí, por el peso que tienes en mis días presentes y futuros, me convertiré en un tóxico más y comenzaré de manera enfermiza a proteger todo eso que significas para mí… ya tú vas a ver.

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