Cuando mi madre me
arrullaba, la Teoría de la Relatividad no se veía por ningún lado. Cuando mi
abuela reflexionaba conmigo, la Teoría de las Cuerdas no se notaba para nada. Cuando
mis tíos me aupaban y me animaban para que hiciera algo, el Big Bang no se
sintió. Cuando nacieron mis muchachos y pude verlos, acariciarlos y olerlos por
primera vez, las aproximaciones del Principio de Incertidumbre de Heisenberg no
pudieron darse. Cada vez que amé con locura a una mujer, ni Isaac Newton ni sus
leyes me dieron la receta para hacerlo mejor. Y por supuesto, al encontrar a un
viejo amigo y pasar un rato con él para ponernos al día y recordar viejos
tiempos, la Flotabilidad de Arquímedes no logró movernos del sitio. Así ha sido.
Aunque en muchos momentos se sintieron explosiones, expansión, crecimiento y
hasta suspensión en el medio en que me encontraba; así como supe que todo era
relativo y mucho de lo que pesaba en la vida está en los detalles, en lo micro,
debido a la atracción y a veces a la inercia, ninguno de estos genios aburridos
y ocupados hasta el hastío pudo inspirar mi existencia. Tal vez, digo yo, que
es por la creencia de que la ciencia y la tecnología solo han permitido, a
través de los siglos, que las luces y los espejitos nos distraigan la vida en
lugar de dedicarnos a lo que realmente importa, a lo cotidiano, a lo amoroso. Parece
algo insalubre.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
lunes, 23 de abril de 2018
domingo, 22 de abril de 2018
Ayer murió
Ayer murió. El día de ayer murió. A su alba
nació, nos despertó y avisó que había otra oportunidad. Tuvo su apogeo, su
declive y el gran final en la noche. Hubo para todos. Nadie podrá decir que no
tuvo su parte para vivir, para crecer. Así fue. Pero veo que, como todo muerto,
puede volver en forma de fantasma a aparecerse en el futuro. Por como veo los
rostros hoy, es seguro que ayer seguirá entre nosotros. Tedioso, como
aprendizaje, como escenario de terror o tristeza, quedó en la cabeza y en el
corazón de muchos. Y pasarán los días y las noches y ayer seguirá siendo el
punto de partida de todo lo que hagamos y dejemos de hacer hoy y mañana. Entonces
comenzará a ser una carga, un lastre tan pesado que no podremos descolgarlo de
cada acción, de cada omisión, de cada decisión que tomemos en adelante. Será una
cárcel de la que no podremos salir así tan fácil. Será un álbum macabro que se
abre en la misma página para siempre. Será, coño, tremendo fastidio.
miércoles, 4 de abril de 2018
Salvaré a uno solito
Salvaré solo a uno en esta vida… es decir, además de mí. Después de
pasar décadas observando las conductas del ser humano, viviendo entre el
torbellino de pasiones inevitables, de emociones ineludibles; ideando planes
para armar el equipo soñado y ser mejores entre todos para cambiar al mundo, me
cansé. A todas estas, luego de sintetizar monstruosamente el asunto, he
concluido que no puedo. Después de haber llegado a esa sentencia, también pasé
por otro sufrimiento por culpa de la frustración del momento de revelación. No puedo.
Ya está. Así de simple. Por eso, ya entendiendo el nuevo rumbo, escueto,
preciso, objetivo, iré a enseñar a leer a un niño, sacaré de la depresión
suicida a quien ya no vea la luz al final del túnel, extenderé la mano a quien
sufrió un refalón imprevisto, o bien, me alejaré y dejaré vivir a quien la pasa
tan mal conmigo que ya no le queda gracia a su existencia. Cualquiera de estas
será la acción adecuada. Alguna de ellas, por sí sola, sola solita, me servirá
para servir de algo a esta humanidad que, a todas luces, no se deja ayudar.
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