Imagina que por un
momento que la realidad se parece a lo que creemos que es, que se pueda ver,
sentir, disfrutar tal como se presente. Imagina que no hay mantos, velos,
suavizantes, tutores, catalizadores o condicionamientos para nuestra
percepción. Imagina que nuestros instintos tengan una mayor participación en nuestra
rutina diaria, dejando atrás los prejuicios, los recuerdos, los miedos inútiles,
palpando al fin cada cada gota de agua, cada brisa, cada beso y cada pérdida
exactamente como se presente. Imagina que llegue el día en el que solo baste
mirar el paisaje para salir a caminar, dar la mano para comenzar a conversar,
abrir el corazón para comenzar a amar. Imagina no ocultar por miedo a dañar o
parecer débil, no destruir por temor a ser destruido, no aprovechar la ocasión. Ingenua esperanza, al parecer, esa de
esperar ver las cosas simplemente como son.
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