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domingo, 17 de junio de 2018

Fin de la función ¡Comienza la función!


Como en una película vieja, pero que aún no termina, miro hacia atrás y ya no es lo mismo. En la medida en que mi memoria logra unir los trozos de acontecimientos y emociones, van apareciendo los planteamientos y las conclusiones logradas en cada circunstancia. Determinaciones con la convicción que merecía la ocasión, por supuesto. Es una sensación agridulce que va rociando el presente y me tuerce el brazo amorosamente para que comience a comprender, luego de tanto caminar, de qué se trata todo esto. Una voz creciente en mi hombro exige suave, pero firmemente, que replantee la perspectiva para resto del camino, para el atardecer de este paseo. Entonces me siento a media luz y comienzo a detallar cada escalón de mi existencia, sin saber si subía o bajaba; cada decisión, cada ligereza, cada compromiso, cada ilusión, cada frustración. Y mientras voy avanzando en el inventario de mis episodios se desvela la fragilidad de esa construcción ya vieja, ya anacrónica e inservible que pide ser revisada y replanteada. Ese fantasma con mi cara que todavía me define, y que de alguna manera me sostiene, me susurra desde su escondite que ya es tiempo, que se acabó la función apasionada, que ya no aguanta más el ritmo. Noches despiertas pensando en los años dormidos. Trapitos sucios. Dolor. Reconocimiento. Algo de luz por fin. Un buen día me levanté con disposición a dejar el lastre donde corresponde, a caminar con menos estorbos en mi camino… un nuevo camino. No sé qué pasó. No sé de dónde salió esa nueva voz ni cómo comenzaron a caer los escombros de la tristeza y la frustración que anidaban en mi cabeza y enmudecían mi corazón. De buenas a primeras miré hacia atrás de nuevo y solo vi la esencia aprisionada que cobraba volumen, ya libre de ataduras, de los prejuicios ya vencidos. Ya no hay ruido, ya no hay urgencias, ya no están los pensamientos superfluos que me llevaban a perseguirme la cola interminablemente. Es un nuevo panorama, uno espacioso, calmado, lleno de gozo. Ya vengo… voy a caminar.

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