Anda, dale: mata a alguien pa que seas famoso, pa que te
respeten, pa que sepan quién eres en verdad. Ahora sí. No hables de afecto, de cariño
o cualquier derivado del amor; eso es una ladilla. Mejor empuña un arma de esas
que te siguen metiendo en la cabeza las cadenas cinematográficas y los canales
de televisión que venden violencia para enriquecerse, no sin la ayuda de
quienes las fabrican por allá afuera. No discutas, no debatas con nadie, no
esculques en tu cerebro con creatividad para llegar a la solución de nada
porque es tiempo perdido, además, eso es una ladilla (es difícil, pues). Pero matar
es chévere, por lo que debes salir ahora mismo a la oscuridad y perder tu parte
rescatable a manos de las hienas que te compran a tres lochas y te desechan sin
haberte conocido. Fíjate, una idea es que te drogues, te emborraches o agarres
una arrechera y le vueles los sesos a cualquiera que te mire feo, piense distinto
o se meta con tu negocio (ese, que tanto te costó). Echa en la basura cualquier
medio que te facilite acercarte al otro, si no es para darle unos plomazos… “porque
ahora ya van a ver”. Evitar mirar a los ojos a cualquiera que venga a convencerte
de pendejadas cursis, de familia querida y ese pocote de paja. Huye de inmediato;
anda, que estás perdiendo tiempo. Ráspate a uno o varios y hasta saldrás en
horario estelar y estarás en boca de todos, igualito a los próceres del pasado.
Pero, ¡ya va! Antes de concentrarte en tu negocio, dale un carajazo a tu mujer
pa que sepa quién manda y cómprale una pistola o una escopeta de plástico al
carajito que tienes en casa, para que (1) te deje en paz y (2) para que aprenda
a ser hombre, carajo…
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