Regálame una flor viva. No traigas más
los despojos de un momento de vida sólo para iluminar mi mirada. Yo
no soy así. Siembra un jardín para mí y te sientas a mi lado para
disfrutar la brisa acariciando los pétalos. No caigas en la trampa
de los cazadores, de presumir de los restos de su jornada de captura.
Llévame, si quieres, adonde están esos tesoros que me cuentas; pero
no los tronches, no los arranques de la tierra generosa para ser
mostrados en un féretro de cristal. Déjame ver, incluso, cómo
mueren en su ambiente, cómo se marchitan después de vivir hasta más
no poder en esa pradera verde y azul, que, con muy buena intención,
te empeñas en mutilar.
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