¿Y si al final del
camino el adversario siempre lo hemos llevado dentro? ¿Y si a la conclusión del
paseo el enemigo a muerte se esconde, muy convenientemente, en nuestro pellejo?
Tal vez esa lucha encarnizada, esa construcción apasionada y definitiva que
esgrimimos a diario es solo la antesala de lo que podría ser, en nuestros
sueños, nuestra propia dictadura.
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