Ya no sé qué hacer. Ante la resistencia de esa conciencia productora de paz que no termina de llegar, le “bajaré dos” a esa empresa y pondré el intelecto y el ego como vehículos forzados para evitar las explosiones de ira, susto o desesperanza. El plan es, al enfrentar una situación cumbre, levantar la voz propia, la que grita y asegurarme a mí mismo que lo que tengo enfrente es una prueba. No importa quién sea el administrador de esa prueba: yo soy el examinado. Ese es el plan. En el tráfico, en el hospital o en la oficina pública, cuando sienta que comienza a hervir la sangre, mi mantra será: “No juzgar de ninguna manera. No juzgar situaciones, no juzgar personas, no juzgar cosas: esto es una prueba”. Y desde ese momento en adelante, ver qué puede hacer por mí el intelecto ególatra que quiere ganar todas las pruebas, todas las competencias para las que se ha preparado. Quién sabe si, muy adentro, muy quietecita, está mi anhelada conciencia mirando, escuchando, sintiendo y, dados los tumultos, las escaramuzas en la azotea, ella decida manifestarse de una vez por todas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario