La creencia deberá
pasar por el tamiz de mis prejuicios. Mis experiencias atropelladas darán lugar
y forma a mis pensamientos. Todo lo disfuncional de mi crianza se volcará en el
molde de estos ídolos que diseñé y a los que seguiré en adelante. Se me antoja
que Dios será un dios con mano dura, que no perdonará ni un solo resbalón —como
debe ser—, que castigará a todos los que se metieron conmigo y me hicieron la
vida de cuadritos; pero que otorgará perdón y justificación a los errores que
con tanta ingenuidad he cometido durante mi existencia atormentada. Los libros
sagrados girarán en torno a mis pareceres, a mi conveniencia y hasta a mis placeres
—ya saben, por todo lo que sufrí y que ahora logré solo con mi esfuerzo—. Tú,
como el discípulo perfecto, te ajustarás a mis dictados y juntos, tú, yo y
todos los que se acerquen, construiremos el nuevo ser humano, perfecto,
obediente, fiel… ¡Y que Dios nos agarre confesados!
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
lunes, 11 de diciembre de 2017
miércoles, 29 de noviembre de 2017
No, no acepto.
Se me impone una
urgente necesidad de aceptación de las cosas. Todo gira en mis flancos y lucho
con y contra cada cosa que se me presenta a diario, sin excepción. El semáforo,
la hora, el abusador, el clima, el ascensor, la política, el delincuente, la
economía. Y así voy, resistiéndome cada vez, con la energía que me otorgan mi
buena crianza, mis ideales, mis estudios, mi buen gusto, mi experiencia en las
cosas de la vida. Y así voy, sin propósito definido, metiéndole el pecho a cada
obstáculo que me depara este mundo cruel, despiadado que, sobre todo, la agarró
conmigo. Si alguien me pregunta cómo se hace eso de la aceptación, le diré con
la mayor honestidad que no sé, que no tengo buena idea de ello. Pero lo que sí
sé es que este ritmo de existencia es harto agotador, decepcionante,
angustiante; y si la enfermedad crónica es el resultado de pasar los días en
este suplicio, seguro no es el camino correcto, no es ahí adonde tengo que invertir
mis esfuerzos, mis horas. “Aceptar” suena a no luchar más, a no resistir más, por
más “tú a mí no me jodes” que tengas guardados para repartir en la casa, en la
calle, en el trabajo. “Aceptar” suena a estar conforme, por muy adversa que
resulte la contienda del momento. “Aceptar” se parece más a “Ser” y a “Vivir”,
a dejar rodar la existencia haciéndola más liviana. “Aceptar” suena como la
causa y el efecto de aprender y usar las herramientas recién adquiridas, a
deslizarse, a caer, a fin de cuentas, en algún equilibrio, en alguna paz de
esas que dicen algunos… algunos que siempre nos han parecido desquiciados y que
se la pasan sonriendo sin razón. ¿Qué no voy a lograr las cosas que tenías
planeadas? Bueno… tú verás si celebras tus tremendos logros en la sala de un
hospital.
martes, 21 de noviembre de 2017
¿Malos cauchos?
Desde hace poco tiempo
he estado pensando que el ser humano debe demostrar ante sus iguales que vive
de la manera en la que les afirma vehementemente que cree. Así pues, nos damos
cuenta de inmediato que es muy fácil encontrar personas que anuncian una filosofía
de vida, mientras en la práctica no se encuentran muestras creíbles de esa
filosofía. Por supuesto, ninguno de nosotros escapa a este comportamiento
fraudulento en algún momento. El cristiano le desea la muerte a un prójimo; el
socialista sueña con una camioneta lujosa; el capitalista exige la ayuda del Estado.
Tenemos la cabeza por un lado, y los pies, que son quienes nos llevan por la
realidad publicitada, por otro lado.
Esta reflexión me trajo a la mente un programa en TV que
hablaba de la fabricación de un carro de Fórmula 1. En este programa convocaron
a distintos técnicos especialistas en las diferentes disciplinas que participaron
en la construcción de este portento de máquina. Cada uno de ellos destacó la
importancia de su parcela en el resultado final. Cada uno identificó los
elementos que hacían que este producto obtuviese tan alto nivel de calidad.
Pasaron cada uno de ellos a la conversa hasta que llegó el
tipo de los cauchos. El hombre dijo (palabras más, palabras menos) que todo lo
dicho en el programa hasta el momento, todo ese bagaje tecnológico logrado
durante años de experiencia y avances tecnológicos no podría desplegar todas
sus capacidades si no contaba con cauchos de excepcional calidad. Es decir, que
el logro técnico era una cadena de acontecimientos que darían resultado solo
cuando el carro estuviese unido al suelo por medio de los cauchos.
Parece simple, obvia, pero esta afirmación nos deja ver que “del
plato a la boca se cae la sopa”, y si el punto en el que el proyecto se hace
realidad no se actúa en correspondencia con el compromiso, todo se viene abajo
y queda como una gran mentira, como una simple hipocresía bien trabajada. Se
podría aplicar esta imagen de consecuencia a lo dicho sobre la filosofía de
vida: muchos de nosotros elaboramos discursos, estudiamos maneras, nos
abalanzamos sobre el otro con toda una manufactura mental —brillante, por
cierto—, con argumentos que rayan en lo mesiánico hasta lograr quedar muy bien
ante la audiencia de cada momento. Sin embargo, al salir del recinto, del
auditorio donde dejamos tremendo discurso, regresamos a nuestra vida llena de
vicios, de mentiras e indiferencias. A pesar de nuestra excelente buena fama,
no somos más que un repositorio de enredos por trabajar, de honestidades por
demostrar, de responsabilidades por ejercer.
Hay que reconocer que tenemos malos cauchos. Cuando pusimos
los pies en el suelo nos dimos cuenta de que todo el sistema previo no
funcionaba como creíamos que funcionaría, sobre todo para nosotros mismos: hay
que completar el trabajo.
viernes, 17 de noviembre de 2017
La talanquera
De repente me detengo,
miro alrededor y descubro que estoy perdido. Perdido en el camino que creí
conocer a mi antojo. Perdido entre costumbres y argumentos que con tanta pasión
y cacareada conciencia me esforcé en defender. Perdidísimo de un sopetón en lo
que solían ser mis dominios. Extrañado, abro la maleza de un lado de mi camino
y puedo ver otros caminos, otras vías que aunque les había echado un vistazo,
siempre las descarté de una vez. Otros caminos que por efecto de alguna brujería
malintencionada de alguien más me dejan ver sus sentidos, sus maneras de ser,
sus reglas simples de funcionamiento. Aunque ha pasado ya cierto tiempo y aún sigo
caminando por mi camino, he puesto atención a los caminos paralelos, que lejos
de ser la equivocación que catalogué al inicio, ahora las considero formas de
existencia válidas, respetables y hasta emulables. Por ahora, siguen siendo objetos
excepcionales de estudio, pero que en medio de la observación atenta, de la reflexión
profunda, se van convirtiendo en modelos que coquetean con mis sentires, con
mis preferencias y quién sabe si, más adelante, con mis decisiones. Por ahora
seguiré por este, mi camino de siempre, existiendo en esta lógica imbécil que
justifica el hambre, la muerte y la guerra, pero continuaré dando mis vueltas
por esos otros terrenos de investigación, de aprendizaje, de placer inesperado,
jurungando mi suerte con disimulo para saber si en alguno de esos paseítos, tal
vez me quede por allá y nunca más vuelva a lo que una vez fue mi única y
altisonante verdad.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
Solo soy el pescador
Aprecio con alegría y
agradecimiento lo que recogí de la fuente. Soy solo el pescador que sabe dónde
lanzar el anzuelo, el que tiene el privilegio saber dirigir el esfuerzo. Soy el
medio, no la fuente. La fuente radica más allá de mi entendimiento; de hecho,
no la quiero entender. Soy quien camina y disfruta de los elementos que me
fueron obsequiados por un tiempo, y que sin embargo no desea escudriñar para
catalogar, fastidiosa e infructuosamente, lo que llega a sus manos con
espontaneidad. Me rehúso a preguntarme, a excavar, a establecer con academia, de
dónde es que proviene todo aquello que acompaña mi existir y provee liviandad,
sosiego. Por ahora, seguiré flotando en lo que es, no en lo que debe ser. Después,
si tanto te interesa, le buscamos un nombre.
Fuente petulante
Soy la fuente, soy el
origen. Mis obras existen solo como una consecuencia de mi inspiración. Si la
destrucción física arrasa con mi manufactura, con mi creación, solo importará a
quienes ven desde afuera, a quienes tratan de atrapar un rayo del sol y guardarlo
para ellos como un objeto único, finito, inigualable. En caso de catástrofe,
solo bastará un momento más para mostrar el nuevo producto, así como lo hace la
planta nueva luego de la extinción aparente de todo el bosque. No habrá
prohibición, no habrá obstáculo para detenerme; eso luce absurdo, dado que lo
que florece está resguardado, a salvo, y, paradójicamente, se activa con
hermosa urgencia con cada atentado que logra asomarse. Soy la fuente única, recuerda.
jueves, 2 de noviembre de 2017
Sistema chatarra
Fíjense que en los sistemas
humanos (políticos, raciales, económicos, sociales, etc.) que algún entendido
brillante del pasado inventó, por una o por otra razón inevitable, falla y deja
al ser humano en la vulnerabilidad ante sus propios vicios ─frecuentemente, al mismo ser humano
que prometió proteger─. Entonces, como no sorprende a nadie, si la falla está
en el componente fundamental, en piezas sujetas a fallas graves, imagínense qué
resultará del desempeño general de ese sistema maltrecho, creado por las ideas
de un grupo selecto, y defendido, casi a ciegas, a veces hasta la muerte o el
hastío, por el resto.
martes, 24 de octubre de 2017
Fabricantes de desgracias
Si los responsables
principales de los desmanes perpetrados hacia la gente y sus vidas supiesen la
verdadera magnitud de lo que impulsan, el dolor previo por lo que podrían
causar les impediría comenzar su empresa. Si supieran ellos el daño que están a
punto de desencadenar hasta en gente de sus afectos, seguro se abstendrían.
Pero no lo saben; no les importa porque no lo saben, porque no lo han concebido
en sus mentes y ni en sus corazones; porque no les dolerá ni en la piel ni en
el alma. Y es por medio de esta inconciencia tan portable, tan asequible, tan
ofertada en el mercado, que muchos desatan demonios a los que les venden muy
baratas sus almas y a los que huirán más adelante, hasta llegar al fin de sus
días. Imagino que estás pensando en más de uno de los que salen por los medios,
en lugar de ti.
jueves, 14 de septiembre de 2017
Verdad payasa
Seguramente la vida es más que lo que
hemos experimentado hasta ahora. Segurísimo que nos hemos perdido en las
distracciones baratas y no tan baratas que supuran los medios, el sistema frío
y perverso que trata de separarnos de nosotros mismos, de los nuestros, de
nuestras raíces. Pero abrir los ojos y comenzar a sentir lo que en realidad
somos, dejar de distraernos con lo que pudiera ser y concentrarnos en lo que
es, no parece nada fácil. Y menos fácil será si quienes tienen alguna supuesta pista
del camino correcto se nos acercan y nos entregan un mensaje afectado,
enrarecido, comeflor, de caricaturas. Es impresionante lo estúpido que puede
llegar a sonar la verdad en los labios o en letra de quienes fingen haber
llegado a la cima del bienestar y ahora se dedican a embutirlo en nosotros con
los métodos más inadecuados y clicheteros que tuvieron a bien elegir. Yo estoy
convencido de que hay algo más, de que algo que estamos obviando, de que algo silencioso
que nos espera sentados y que hay caminos insospechados para llegar a eso que
me hará sentir pleno más allá de este ruido ensordecedor del ego; pero estoy
seguro de que chocando con estos mequetrefes que sugieren haber llegado al palacio
de lo bueno cruzando el puente de paletas de helados, mira, el camino se irá
alejando más y más, con cada intento. Y lo peor del asunto es que temo caer de
nuevo aquí donde estoy ahorita, en la misma marisma oscura, buscando algo de
distracción frívola y superficial en la que debo pasar el resto de mis días,
pero ahora con menos fuerzas que antes para mirar hacia los lados. Gracias,
mequetrefe insalubre, por tus presuntos favores.
miércoles, 6 de septiembre de 2017
Expertos en lo inútil
Somos expertos
buscando y hasta encontrando soluciones a los meros síntomas, no a las causas
reales. Enfocamos con entusiasmo nuestra miopía a la cresta del incendio y
no al escape de combustible. Establecemos la presunta causa, lo más evidente
ante nuestra ceguera y no lo que se esconde, lo que produce, refuerza y
perpetúa el efecto que nos aqueja, que queremos eliminar. Confeccionamos el instrumento, las herramientas y hasta la filosofía perfectos. Establecemos la infraestructura,
promocionamos por los medios, construimos edificios, abrimos plantas y damos
empleo. Obtenemos entonces la opinión pública a nuestro favor, toda esa gente que está harta del problema. Nos arrojamos, incluso, a ofrecer nuestras vidas “por la causa”. Entonces, al final de un nuevo comienzo, nos alegramos y
publicamos orgullosos, triunfalistas, esos informes pomposos y esperanzados que
afirman que la solución universal a la fiebre es buscar hielo.
viernes, 1 de septiembre de 2017
Ni tarde ni seguro
Parimos la muestra de sentimiento
de una de las maneras más inadecuadas. Debió llegar la enfermedad a decirnos
que nada era seguro, que el paisaje y las horas para verlo eran prestadas; que
todo era jodiendo. Ahora, a amarrarse el cinturón y a buscar rapidito en los
bolsillos del sentimiento y la querencia lo que siempre nos costó sacar a
relucir sin complejos. Ahora a registrar con detenimiento los escondrijos
oscuros en los que se escondía temerosa la mano tendida, la palabra afectiva,
la expresión definitiva del amor. Aquí estamos, todos sentados alrededor de quien
padece una afección en su cuerpo, pero que nos ha regalado a cada uno un trozo grandote
de alma y todavía le ha quedado para su consumo personal. Aquí estamos todos: el
que siempre estuvo, el que vivía lejos, el que vivía al lado y el que creía que
vivía; compartiendo recuerdos de cuando nadie expresaba el miedo, incertidumbre;
de cuando se daba por garantizada la felicidad
eterna. Todos dejamos las máscaras afuera y entramos a la sala de la casa
con nuevos ánimos, queriendo lograr esas pequeñas victorias diarias, esas que
ahora son profundamente nuestras. Súbitamente, como creímos hace poco que no
había mucho qué esperar, nos dedicamos a esperar exactamente lo que debíamos
esperar, incluso, a hacer exactamente lo que se esperaba que hiciéramos. Se acabaron
de repente, para esta etapa del grupo, las mentiras, los excesos, las
pretensiones, los dobles sentidos. No puedo evitar sentir que, en medio de esta
situación catalogada como terrible, ha surgido la autenticidad y la
manifestación honesta, sincera, de lo mejor que llevamos por dentro y que
seguramente esa persona que ahora atendemos nos dejó como regalo. No puedo
esquivar la idea de que esto que ahora nos
queja, es, justamente, un milagro.
domingo, 20 de agosto de 2017
Tan sereno que inquietas
Eres tan sereno, que
inquietas. Tu tranquilidad choca demasiado con mis apuros, con mis ansiedades. Pareces
estar, mientras tu cuerpo camina entre nosotros y en medio del lío de siempre, en
un sitio mejor. Antes daba por descontado que estabas loco, que te faltaba un
tornillo, pero tu mirada portadora de un brillo extraño a todo, harto especial,
me encendió la curiosidad. Nada parece perturbarte demasiado. Sí se te nota
alguna inquietud esporádica, pero me fijado que después de algún instante vuelves
como imantado a lo que parece ser un equilibrio, tu aparente estado normal. Tus
breves palabras siempre son reconfortantes. Tus ritmos al caminar, comer e
incluso al contemplar el paisaje deja ver que andas en otra fiesta. Haces las
mismas cosas que nosotros hacemos, pero de un modo distinto. En lo cotidiano te
ocurren casi las mismas cosas que nos ocurren a nosotros, pero debo confesar
que solo nosotros nos sumergimos y enjabonamos en la queja y la recreación frecuente
del momento pasado; que solo nosotros caminamos con gríngolas autoinfligidas,
sin darnos cuenta del resto del panorama y hasta caminando en círculos. Ha pasado tiempo desde que te conocí, y muy
poco a poco me he dado cuenta de quien está loco y sin un tornillo soy yo. Tengo
miedo de conocerte mejor. No me atrevo a entablar una conversa extensa contigo.
Temo, al final del cuento que es mi vida, enterarme de que todo lo que he
construido hasta el día de hoy esté montado sobre una ilusión mentirosa a punto
de derrumbarse… de que toda mi existencia se haya sostenido por una falacia no
solicitada que comienza a crujir por el peso de la inconsciencia. Mejor nos vemos luego.
viernes, 18 de agosto de 2017
Somo solo unos pocos...
Somos unos pocos
enseñándole a millones de personas lo que queremos que perciban de la vida para
que “sepan” qué es la vida y cómo vivirla. Pronto llegarán otros pocos a
decirle a esos millones cómo es que nosotros y quienes nos creyeron estábamos equivocados.
Siempre somos pocos los que dictamos. Siempre son, a la otra orilla, millones.
miércoles, 16 de agosto de 2017
Estaré contigo
Estaré contigo, pero
no en este cuerpo. Seguiré a tu lado, pero no en la forma acostumbrada. Tendrás
que aprender a percibirme de una novísima manera no tan evidente, no tan demostrativa,
en horarios más íntimos y acordes a tus necesidades… si las tuvieses. Podrás hablarme,
pero las respuestas que obtendrás dependerán de tus nuevas antenas, esas
capaces de captar sin traducir lo que somos lejos del ruido, de esa distracción
mundana que causa todas esas penas ficticias y hasta ridículas. Estaré. Siempre
he estado. Ahora, en esta transición, siento que no hay pérdida, que todo es
parte del proceso que siempre tratamos de evadir con recetas de luces y espectáculo,
y que ese costoso desvío es lo que produce el sobresalto que ahora puedo
apreciar como carente de sentido. Pero si no es ahora, igual será. Te aseguro
que mantendremos esa comunicación que siempre tuvimos, pero más provechosa, sin
la obstrucción de los sujetos, los verbos y los predicados que enredan todo;
sin el prejuicio de quien se esfuerza porque todo sea como sus caprichos se lo
dictan al oído. Estaré contigo. Estarás conmigo.
Ya salí deso...
Ya recorrí ese camino
que tanto temía recorrer, pero mírame ahora con esta cara de contentura. No se
compara de ningún modo con los temblores del comienzo, de solo pensar que tenía
que hacerlo, de que no tenía otra opción… que se me habían acabado las excusas
y el último derrumbe me arrimó ahí mismito, al barranco. El sueño era como un
gato que se quedaba un rato a mi lado, pero que avanzada la noche se levantaba
y se iba hasta quién sabe cuándo. Pero nada, chico, aquí yazgo en el sofá, con
la tranquilidad que da la falta de resortes encontrados unos con otros. Nada de
esta claridad mental y de espíritu luce remotamente como el constante
sobresalto en el que me debatía, teniendo la solución a la mano, pero encerrada
en mi cuerpo paralizado, sudoroso, al escuchar la campana que tañía durísimo “otra
vez lo mismo”. Quién sabe cuántas veces tenga que pasar por la misma tortura;
seguir una y otra vez dejándome atemorizar por las jugarretas de mi mente, en
lugar de dejar fluir lo que tengo en las manos y resolver de una vez lo que
nunca fue un problema.
Viejo poeta
Viejo poeta. Ya muy viejo
poeta. Ya pasado de edad para tener edad para ser abatido, para recibir la
crítica de que es un loco descarriado. Ya no se puede, es tarde para eso. Ya el
viejo pasó del gusto superficial y luego intenso de los garabatos iniciales a
estar sumergido, a ser poesía él mismo, para caminar, dormir y despertar
todavía en idiomas poéticos, en versos, entre sus queridas plumas viejas. Hace años
que el hombre dejó de saber cuándo es que paga una factura, hace una cola o sube
un ascensor tararear mentalmente una composición incipiente en lenguaje criollo,
que se dispone a nacer, que se le escapa. En fin, y para hacer el cuento corto,
se fue José Antonio Castro, un tipo que no conocí sino por el enlace que me
pasó la Maraca: https://youtu.be/xwUaHhWLmbk
sábado, 29 de julio de 2017
¿Solo con el ejemplo? Estás pelao...
Me dices que hay que
predicar con el ejemplo, pero… ¿será suficiente? Entiendo el poder de la
muestra, de sentarme enfrente de tu demostración. No me queda dudas de que,
incluso, es lo que mejor puedes hacer ahora para enseñarme. Pero es que, chico,
aun así no te entiendo. Con todo tu vigor, con todo el arsenal de recursos con
los que cuentas y que quieres brindarme, no puedo emularte. Eres como quien se
asoma por una ventana, mira el paisaje, y trata de explicarme lo hermoso que es
todo afuera. En ese caso específico, yo solo podría aprender a hablar como tú
de las cosas que solo tú ves, a guiñar los ojos cuando el sol da en tu cara y a
sonreír de vez en cuando, cuando te maravillas por las cosas que solo tú ves. Pero
sería una payasada, una farsa. Sería solo una caricatura de lo que tú haces. Resultaría
en una infructuosa empresa de malinterpretación, porque es que, mi pana, yo no
siento lo que tú sientes, veo lo que tú ves o entiendo lo que tú entiendes. Tus
esfuerzos y los míos no funcionarán para lo que has pretendido que funcionen
porque yo no sé qué te motiva, de dónde sacas tus cosas o bajo qué estímulos produces
tus maravillas intransferibles.
miércoles, 12 de julio de 2017
Murió la humanidad
Observa a la
humanidad. Obsérvala muy bien. Haz un ejercicio de abstracción. Compara el
curso de la vida de la humanidad con la vida de un solo ser humano. Observa su origen,
su cacareado crecimiento, sus heridas no curadas, sus avances tecnológicos, sus
ciclos no completados. Mira cómo sus contradicciones, su mejor y peor cara, se
muestran alternativamente una y otra vez, creando la incertidumbre como modo de
sobrevida. Ve toda la energía que dedica a destruir en supuesto favor de sus
intereses. Fíjate que provoca catástrofes y no toma responsabilidad. Invade territorios
que no le pertenecen y extermina lo que allí encontró, hasta devastarlo todo a
su alrededor… claro, en nombre de su libertad y seguridad. Dime, ¿ya lo
hiciste, ya lo imaginaste? Ahora dime, si te dijera que al final de la historia
la humanidad, encarnada en un solo ser así de inestable e irresponsable, esta desaparece
para siempre… ¿no te parecería lógico y hasta justo?
martes, 11 de julio de 2017
Aquí chico, sin propósito
Me quedé
sin propósito. Pensándolo bien, creo que nunca lo tuve. Caminar sin propósito,
se me antoja, es caminar sin rumbo; y cuando uno camina sin rumbo, parece a
veces que uno llega al destino, aunque sea con mapa prestado. Pero uno se da
cuenta más temprano que tarde que ese no es el destino de uno, que tal vez es
el destino de otros que también andan por ahí, sin propósito, tal vez sin saberlo,
tal vez parados ya en el lugar correcto. Y así sigue uno, vagando de un lugar a
otro, de una brega a otra, de una ilusión a otra, quemando los minutos de vida que
nos fueron regalados, sin acercarse al sueño propio, a ese que quizás se
escondió tanto entre la maleza de la necesidad, de lo cotidiano, de lo urgente,
que creímos perdimos para siempre. Ya sentado aquí, en esta piedra al margen
del camino ajeno, cuando siento fuerzas internas, invisibles, mudas, pero que
golpean de adentro para afuera, como susurrando un sentido, una dirección. Creo
que estas fuerzas raras, sospechosas, fueron las que siempre acallé con la
torpeza infantil de antaño, pero que ahora, con humildad y mucho oído estoy
dispuesto a recibir para ver qué me cuentan. Espero entonces que no sea así
como muy tarde para tener el propósito ese, del que pocos me han conversado
antes.
lunes, 10 de julio de 2017
Porque me de la gana
Porque me da la gana. Esa es mi respuesta ante tanta preguntadera
necia. Porque quiero, les diré cada
vez. Porque siento que debe ser así,
contestaré en cada oportunidad. Entiendo tu inquietud, tu preocupación por mis
cosas; el cariño que dedicas a fijarte en mí. Es solo que creo que llegó el
momento de accionar luego de tanto hablar. Es que me resulta oportuno este
instante para incluso equivocarme y pasar al próximo paso, en el que todo será
mejor, en el que todo será más fácil, en el que el misterio original se
desvanecerá y dejará apreciar los recursos con los que cuento ahora. Pero eso
lo sabré luego, no por ahora; eso lo sabré cuando haya recorrido cierto camino
adelante, cuando el aprendizaje me regale mis llagas bien ganadas… mientras,
chico, es porque me da la gana.
viernes, 30 de junio de 2017
Rebelión pendiente
Aquí vivíamos. Nos sentíamos
bien. Todos mostrábamos un patrón de conducta uniforme, más que conforme. Estábamos
contentos con lo poco que nos dieron a leer y practicar para ser felices. Un pasito
pacá, un pasito pallá. Y así íbamos al compás de quienes nos hablaba desde el
escalón. Pero uno nunca puede estar tranquilo. Siempre sale alguien que quiere
perturbar el orden, ese orden aprendido y seguido a pie juntillas. Al parecer
había uno de nosotros que comenzó a hacerle caso a esas sensaciones vulgares, a
respetar otras cosas, a dibujar formas, caminos distintos al resto… y se armó
el lío. El pobre loco sufrió primero la burla, luego la cayapa de argumento en
contra y, finalmente, la retaliación de los del escalón. Afortunadamente,
parece que lo lograron acallar y sus locuras ya no tienen efecto en el resto,
que por un momento se fijaron en él para luego volver a su carril. Mira, creo que
podemos estar tranquilos, aunque porái escuché que un grupo de curiosos se habían
subido a la misma ventana a mirar la extraña luz que él miraba… germinando.
Germina el amor
Germina el amor. Entre
la basura, entre lo que creíamos estéril, germina el amor. Resulta que había
una semilla, oculta a los ojos entretenidos, que un buen día echó a caminar, a
florecer. Sin voluntad; solo se dejó llevar. No se resistió más a su
naturaleza. Fue lo que siempre había sido, pero esta vez sin ataduras, sin
apegos. Absurda paradoja deshizo cuando, al dejar sin temor la contradicción
que le alienaba, dejó atrás la penuria y el sufrimiento. Ya no tropieza con sus propios pies... solo existe, solo es.
Hónrame, anda...
Hónrame por lo poquito
digno que tuve. Anda, toma con pinzas esas pequeñas, superficiales y simpáticas
cosas en las que me involucré y magnifícalas para que todos las puedan ver;
para que puedan apreciar lo chévere que soy, lo prohombre que soy, lo ilustre
que soy. Tapa con la cobija de la mudez el resto de mí… es decir, lo que soy en
verdad. Zanja la opinión de mi audiencia hacia lo brillante, lo creativo, lo
colaborador que soy a veces. No dejes un resquicio de duda acerca de lo
agradable y conveniente que soy para esta comunidad de ciegos aletargados que
no ven más allá de mi acto de prestidigitación. Cierra para siempre la puerta
que lleva a mis basurales, a mis miserias indecibles. Veo que entendiste. Entonces,
chico, encárgate pues de los eventos que cayeron para hoy: el de la inauguración,
el otro del bautizo y el de la noche, la condecoración; pero eso sí: sonríe…
mira que te están tomando desde el árbol.
jueves, 29 de junio de 2017
Pero todavía no
Quemaré mis recuerdos
de ti. Bajaré por el acantilado y dejaré que la marea se lleve todo lo que
fuiste para mí. Abriré las ventanas y dejaré salir tus aromas de sonrisa, de
pelea, de pasión, de mirada perdida. La brisa de mis mañanas se tomará tus
piropos y la dispersará por ahí, por fuera. Tomaré conciencia para sobrevivir y
haré el esfuerzo correspondiente, responsable, de honrar tus días a mi lado. Finalmente,
abriré mis labios, y con palabras entrecortadas, pronunciaré la amarga y necesaria
despedida; pero ahora no será... Abrázame.
domingo, 18 de junio de 2017
Felicitaciones a los que no corrieron
Felicitaciones a los que no corrieron. Felicitaciones a
quienes se quedaron cerquita después de la noticia. Felicitaciones a los que
reconocieron su cuota de responsabilidad ante el asuntito. Felicitaciones a
quienes lo planificaron y a quienes nos sorprendió. Felicitaciones a quienes,
por encima de la distancia, las dificultades y hasta el plano en el que andan,
permanecen presentes. Felicitaciones a quienes lo hicieron como pudieron, como quisieron. Y si existiese una mención especial en el rubro,
felicitaciones a los que, en medio del amor que sentían, asumieron el rol de
padres y lo echaron palante.
Felicitaciones, a esos tipos.
martes, 13 de junio de 2017
El Cerro no está
Se tapó el cerro. No se
ve. Se cubrió con neblina y lluvia, pero ahí está. Cualquiera que venga y mire
dirá que no hay nada ahí, que es solo vacío; pero yo lo he visto, es más: lo he
subido, y desde arriba, mirado el sitio desde donde estoy hablando ahora de él.
Nadie que no conozca a esa maravilla daría una moneda en una apuesta “ganada” a
que no está allí, a que no existe. Es entonces, después de tanto estar
pensando tonterías mañaneras, cuando percibiendo mi camino diario, me pregunto:
¿cuál es mi cerro cotidiano, ese que no puedo ver aunque esté, aunque determine
mis pensamientos, mis acciones, mis creencias? ¿Cuál es mi neblina, esa que no
me deja ver lo que está, lo que llamaríamos “realidad”? ¿Dónde está mi lluvia, la
que es solo temporal y cómplice de otros factores al esconderme un
trozo del panorama? Mire usted, ahora no lo sé, pero tengo buena idea de ello…
lunes, 12 de junio de 2017
ALGO ESTÁ MAL
Algo malo debe estar pasando, cuando vemos que
preferimos lo que nos afecta negativamente, en lugar de lo que nos favorece. Algo
patológico debe estarse gestando en nosotros para preferir lo que nos va a
golpear en la cara en algún momento, y no lo que nos ayude a construir francamente
desde nuestro interior. Tal vez sean estos cristales de lentes que por sucios,
manchados o rotos no nos dejan ver bien lo que nos rodea, fabricándonos una
realidad retorcida a la que no podemos resistirnos sin gozar de buena visión de
lo que tenemos enfrente. Quizás no sean los lentes, sino nuestra interpretación
de LO QUE ES. Podría ser que percibimos la bondad, la solidaridad o la
compasión con suspicacia en lugar de con agradecimiento. Puede ser que no
logramos descifrar los mejores mensajes, los que nos llevan de la mano para crecer,
para obtener el equilibrio que trae paz, y los rechazamos a priori, corriendo
luego a los brazos del bullicio y el gozo afectado, superficial, como para
quedarnos a vivir para siempre en ese sitio que arde solo a ratos, a costa de nuestro
tiempo y oportunidades de vida… tan combustibles ellos. Algo debe estar mal si
nos sentimos solos, aún si provenimos de un entorno repleto de personas con el
derecho y hasta el deber de amarnos, de sembrar en nosotros la semilla
constructiva, reflexiva y crítica –cómo no–, pero al final amorosa. ¿De dónde
cipote salió este colador de agujeros tan grandes que deja entrar en nuestros
espacios sagrados lo más vulgar que desfila por una pantalla, lo más grueso de un
discurso burdo y ridículo que receta progreso a ultranza? ¿Cómo es que somos el
repetidor sin filtro de mapas ajenos, de intereses extraños que nos usan como
difusores así de efectivos? Arrancados de raíces, parece. Ya no somos más nosotros.
Somos algo más, una pésima copia incapaz de reproducir maneras propias, cultivadas
en el patio de la casa, que brillen con los colores particulares de estos lares.
Lo que más me arrecha de todo esto es que seguramente hay ojos que miran desde
la barrera, frotándose las manos con nuestros temas irresolutos, golpeándonos entre nosotros con pasión de adolescente, con nuestra ceguera casi selectiva para, al final, caer exhaustos y darnos cuenta de para quiénes
trabajamos.
martes, 23 de mayo de 2017
El odio está ganando.
El odio está ganando, diríamos ahorita. Particularmente, no
creo que haya gente buena o mala, aunque sean activos contenedores de odio y perpetren
sus acciones en contra de los demás con aparente gozo interminable. No hay seres
malos que (igualito que como ocurre con la gente “buena”) hayan recogido
durante años los mensajes que los forman tal como se muestran en estos días. Estoy
de acuerdo, asimismo, que si no fuese por el avasallante poder de la bondad a
lo largo de los siglos (a pesar de no tener el poder clásicamente entendido),
ha sido amor el amortiguador y muro final que ha mantenido al ser humano lejos
de la inconciencia, la autodestrucción y la extinción definitivas.
Pero sí hay estruendosas y confusas batallas entre el amor y
el odio, en la que se intercambian banderas con corazoncitos y armas ensangrentadas
entre las manos de un mismo cuerpo, entre dos lados de una misma creencia que se
manifiesta con falsa vehemencia. Hay batallas en las que se expresa con
desesperación "Ya esto se lo llevó quien
lo trajo", mientras que en momentos más sosegados y de logros
extraordinarios se puede sentir la bendición del amor sobre uno mismo, sobre
los nuestros, sobre todos, articulados, no sé, ¿será por obra y gracia de un
milagro?
Y así van, así vienen, así siguen. Las batallas entre los buenos y los malos, identificados con rótulos perfectamente manufacturados en
serie por fábricas tan invisibles como efectivas, tan espejismo como dolor, tan
corona y tan espina. Entonces, observando la cosa como va, no puedo imaginar a
quienes planean, a quienes se benefician, para quienes el sufrimiento y el
dolor son solo una herramienta o, en el peor de los casos, algo invisible,
indetectable.
Pero me da la gana de ser optimista ahorita, en medio del
tumulto, de la escaramuza, y camino mirando atento por qué rendija se comenzará
a ver el próximo paso gigante del amor, ese que tendrá un período, un nuevo
período de triunfo y estabilidad, terreno fértil para nuevas ideas, para buenas
ideas, para construir sin la traición de la memoria, esa que cada vez se duerme
a conveniencia de no sé quién y nos hace perdernos de nuevo y caer en el engaño
de no poder ser críticos ni constructivo ante ninguna maquinaria caprichosa que
hasta vidas y dignidades enteras se lleva por delante.
viernes, 19 de mayo de 2017
¿Condicionado yo? ¡Perro!
Y entonces Pavlov tocó
la campana antes de darle comida al perro, por lo que el perro, en lo sucesivo,
con solo escuchar la campanita, salivaba invariablemente y esperaba su comida a
continuación. Alguien se enteró de los resultados y lo aplicó a un universo
mucho mayor de seres. Y yo me pregunto: ahora, ¿Quiénes hacen sonar ahora la campana el vecindario? ¿Quiénes hacen ahora el papel del perro? ¿Qué sonido tiene últimamente
la campanita? ¿Cómo lucimos cuando salivamos? ¿Cómo nos vemos cuando al fin nos
dan el hueso esperado con tanta ansiedad?
lunes, 15 de mayo de 2017
Políticos extraterrestres
En una nave espacial llegaron los políticos, ese tipo de
gente particularmente corrupta, desconsiderada y amantes del poder, que
alternativamente hunde en problemas al resto de la población. Pero según me
informan ahora mismo, están llegando otros platillos voladores con ladrones,
violadores, codiciosos, indiferentes y cualquier otro tipo de malamañosos cuyo
propósito consisten en destruir nuestra sociedad y hacer que todo vaya tan mal
que nos acercaríamos muy pronto a la autodestrucción. Pues sí… han llegado. De hecho,
si usted le pregunta a cualquier persona en la calle, en la iglesia, en el
congreso, en la escuela, y en estos días especialmente, en la misma casa, los
males de nuestro planeta, de nuestros países, de nuestros hogares, se deben a
algún tipo de ser que viene de cualquier otro sitio, menos de aquí mismo. Existe
el convencimiento de que un platillo de esos dejó caer sobre los techos de la
ciudad algunos seres con forma de persona que son los culpables de los males
que padecemos ahora. Así es, pues, que la madre del político que roba,
pervierte y abusa debe ser de un sitio lejano en el universo, no una vecina
nuestra, una conocida nuestra, ¡y menos!, una integrante de nuestra familia. Asimismo,
el ladrón, el violador y el abusador provienen, seguramente, de por ahí del
cinturón de asteroides, no de una “buena familia”, no de la casa de al lado, ¡y
menos!, del cuarto de nuestros hijos, criados entre el capricho y la
indiferencia. Por supuesto y segurito, los otros culpables, los de las otras
razas, las otras nacionalidades, religiones y preferencias sexuales llegaron en
un platillo más sofisticado, con intenciones más específicas, que consisten, al
igual que los bichos anteriores, en confirmar que todos somos una bola de
buenas gentes cuyos problemas tienen un origen distinto de nosotros mismos.
miércoles, 12 de abril de 2017
Preparándome para el arrepentimiento final
Me prepararé para el
arrepentimiento final. Con algo de fortuna, tendré algunos años para sentar las
bases para la mayor prueba del fraude que fue mi vida. He ido sembrando vientos
por mucho tiempo, con cada uno que se me atraviesa, con mucho tesón, con
insomnios incluidos. Pues mis tempestades finales, como dicen las estadísticas,
serán vertidas sobre parte de quienes me soportaron una vez, mayoría de gente
que me amaba: ahí les va el cierre. Cuando obtenga el diagnóstico, en mis fases
de negación, furia y etcétera, estos ingenuos cercanos seguirán pagando muy
caro estar a mi lado. En mis caídas, mis reclusiones y mi estadía final en el
lecho, se abrirá el telón para comenzar, in crescendo, la lloradera, la
jaladera de manos y el ruego porque no me dejen solo. Luego vendrá la meseta
fastidiosa de recordarles pasajes de la vida en común que, con mucho tino, yo
les jodí. Ante la muerte anunciada, sus buenos corazones desintegrarán sus
rencores sutiles para despedirme. Pero ahí no termina el cuento; una vez
ausente en cuerpo, se me tratará de recordar con amor, mientras tras bambalinas
el odio latente entristecerá el momento para “no hablar más del tema”. Es pronto
para el final mencionado, pero en lugar de enderezar el camino ahora y
brindarle a ese manojo de amados de siempre un buen transcurso de vida juntos,
no sé… seguiré jodiendo hasta el final, total: parece que el arrepentimiento
arregla todo.
domingo, 5 de marzo de 2017
Se disparó el bicho...
La crisis solo
multiplica lo que hay dentro, escuché. Como sabemos, si se multiplica por cero,
dará cero. Si no hay nada dentro, al empujar la crisis, no resultará ninguna
tara, retorcijón o crimen a la superficie evidente. El pobre es delincuente por
su necesidad desmedida, ¿cierto?... ¿Y qué tal si hay un pobre diablo que resulta
honesto, consecuente, auténtico? ¿Qué tal si existe lo contrapuesto? El germen
reside dentro, al parecer. El factor multiplicable durante la crisis, según
cuentan, no depende de la cuenta corriente. Según dicen, el bicho inoculado
durante la historia compleja es susceptible de crecer por el efecto
multiplicador de cualquier variable del ambiente. Aparentemente, no es solo una
anécdota, un cuentico. Según dicen, es un sedimento que convive y que está
dispuesto a asomarse para tomar el control cuando sea oportuno y expresarse
ensordecedoramente al ser llamado a la acción. Entonces, ¿cómo quedamos con la
moral aquella, con el cuentico aprendido, con los principios inyectados a
carajazos, con lo que aprendimos y estamos dispuestos a defender?
Mejor nos olvidamos del tema…
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