Dulce letargo viste.
Impactante paréntesis sin cerradura a la vista. Desconexión
evidente muestras. Al escuchar de ello, mis ojos entristecieron, pero al verte,
al escucharte, sentí un toque en mi hombro que me dio tranquilidad. Hoy no
había quejas; hoy no había dolor. Lo que decías con tanta elocuencia parecía
mentira, un invento, pero, ¿para quién? Parece no importar. Parece no tener
ninguna relevancia. En medio de una sorpresa que no sabía calificar, en medio
de una tristeza fugaz, no pude descifrar el mensaje. Pero no parece importar
eso de descifrar, risible herramienta a veces… no parece importar hoy. En este
extraño día parece borrarse la verdad dolorosa, esa que molesta, que punza y
parece aparecer otro estado de tu materia, en el que lo sabes todo y lo
aparentas todo. Yo sé, yo espero, yo ruego, que algún tipo de sabiduría haya
hecho presencia y haya prolongado tu aguante, tu paciencia, y en el peor de los
casos disfraza tu desesperación en una mentira aparente, ingenua, en un cuento
tan perfectamente creado que hasta me dan ganas de creerte. No sé si es una
salida o una entrada a algo mejor o peor para ti, de la que, desde lejos,
parece una de tus cosas de siempre, genial, irreverente, despreocupada,
espontánea, que desde hace muchos años, adoro de ti, admiro de ti. Bendición.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
martes, 31 de julio de 2012
No habrá historia
No habrá historia, no habrá origen. No habrá raíz ni punto de partida. Lo
nuestro tendrá el más estricto carácter presente, bien trabado en lo actual. Desde
que nos encontremos no formularemos las usuales preguntas en modo coctel acerca
de tus gustos, tu pasado; incluso de tus expectativas de futuro. No sabremos de
donde vinimos –no importará-. Sólo sabremos lo que nuestros sentidos nos muestren,
lo que nuestro corazón vaya acogiendo a cada paso, a cada tropiezo. La historia
será la nuestra, la de cada hoy. Será
una hilera de pólvora quemada a cada segundo. Arderemos entre las sorpresas, en
medio de nuestros trucos románticos, ante el manejo de las vicisitudes. El prejuicio
será incinerado a medida que descubrimos lo nuevo, lo colorido, lo inexorable. Los
fantasmas que sobrevivan se habrán derretido con cada beso, con cada abrazo
libremente sentido, gozado, con cada lastre dejado caer. Viviremos entre
explosiones de novedad. Los estragos edificarán caminos sin proyección hacia mañana;
los simpáticos escombros se asemejarán más a un paraíso que a un campo de
batalla. No habrá reconsideración. No habrá vuelta atrás. Ya te lo dije: Si
quieres, vienes a mi nueva y definitiva aventura, con todas las fuerzas
disponibles hasta ahora ociosas. Al menos para mí, ya es hora.
domingo, 29 de julio de 2012
¿Y qué, si me da la gana?
¿Y
qué, si quiero echarle refresco al de 18 años? ¿Y qué, si quiero bajarme a
mitad del viaje a admirar lo que hay porái? ¿Y qué, si te doy un beso cuando
debería darte una razón? ¿Y qué, si te regalo el chocolate sin ser tu cumpleaños?
¿Y qué, pues, si digo lo que no convenía, lo que esperabas que fuese más
conveniente? ¿Y qué, si en medio de la discusión fútil te tomé de la mano y la besé? ¿Y
qué, coño, si en medio de las palabras que venían al caso quise hacerte el
amor? ¿Qué pasa si cuando menos esperas algo se aparece y te rocía con un manto
tranquilidad, de sosiego, de sabrosura? No me da la gana ser normal, de la
receta conocida, del parlamento prescrito por los exprtos. Me temo
que es problema tuyo, saber qué haces con ese golpe de timón, con ese desarme
inesperado, con ese semáforo en verde al borde de mi pecho. Échale bolas, querida; ven y dime qué
podrías hacer cuando nadie te amenaza, cuando nadie te cobra, cuando nadie
te busca peos. Por mi parte estoy flotando tranquilamente, honestamente, sin
secretos, sin temer una pregunta capciosa. Te espero en la bajadita, pero te
espero con el puchero de un beso que borre este episodio tan imbécil en el que
solemos caer.
sábado, 28 de julio de 2012
Pasé al lado de la negra
Pasé al lado de la negra más linda de la
fiesta sin darme cuenta. Pero algo me hizo voltear a ver y esos ojos marrones
claros me abofetearon de lejos. Agarré de nuevo mi trago de ron, pero esta vez
tembloroso. Bebí un sorbo pasado con la intención de parecer hombrecito delante
de aquella hembra, pero sólo logré derramar el elixir en mi camisa sudada. Las congas
y los bongós sonaban en un ritmo lento, sin melodía alguna, mientras la diosa
que me miraba hacía un ratico comenzó a sonreír. Me miraba, no sé si con curiosidad
o morbosa intención intimidatoria, pero seguro estaba yo de que no era por gusto. Otro
trago la ocultaría detrás de mi vaso por pocos segundos, pero aún después de bajar el vidrio, ella permanecería muy cerca, esta vez con un movimiento de su cintura
asesina, de su torso serpentino, encantador, hipnotizante… y venía caminando
para acá.
(Se lee mejor si se escucha: http://www.youtube.com/watch?v=eCgHIAiScOk&feature=related)
Creo en la justicia, a menos que...
Creo que la justicia, claro. Creo que la igualdad es algo por lo que hay
que ir. Creo en el castigo ejemplar como medio para la corrección de los males.
Creo en todo eso… hasta que veo inmiscuidos a mis seres queridos. En ese caso,
argüiré desesperadamente que todos cometemos errores, que somos humanos y que
necesitamos otra oportunidad. En esa circunstancia particular, defenderé con el
amor el bienestar a ultranza que espero para esa persona tan especial. Entonces
mandaré a la basura tanta sentencia justiciera del pasado, tanta rectitud de pose,
de podio, de papel. Entonces seré cómplice militante de la causa del cariño
mezquino y porque sí. Seré el otro delincuente suelto, tapándole las fechorías
a mi sangre, desviando a la autoridad a parajes equivocados. No habrá remedio
para tal cambio de creencia, y al fin en mi presidio, en aquella mesa
acusadora, bajo la hoguera incinerante del paredón, mi última frase sólo
logrará fastidiarlos: “¿Por qué no?”
miércoles, 25 de julio de 2012
¿Cómo se ven desde aquí?
Las
tendencias y preferencias culturales de los individuos suponen un modo de
comportamiento. Nada nuevo, pero, ¿Cómo se ve comportarse a un comunista en la
calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un anarquista en
la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un capitalista
en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un cristiano
en la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un ateo en
la calle, en sus oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un excelente profesional,
a una persona humilde, a la gente honesta en la calle, en sus oficios, en su
hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un tránsfuga en la calle, en sus oficios, en
su hogar? ¿Cómo se nota que una persona es solidaria en la calle, en sus
oficios, en su hogar? ¿Cómo se ve comportarse a un delincuente en la calle?
¿Tiene oficio? ¿Tiene hogar?
La
verdad es que me senté en la calle por un ratico y no pude identificar a ninguno.
lunes, 23 de julio de 2012
Juguemos al sarcasmo
Juguemos al sarcasmo. Juguemos a la ironía que corroe, que pellizca, que
provoca. Anda, contéstame esta frase con regodeo, con el meneo de tus dedos
punzantes. No me digas lo que sientes: dime lo que me abofeteará para fijarme. Sonreiré
con la sal en el cañón y lanzaré la semilla de tu nueva acidez, de tu bien
merecida movida de mata. No podrás quedarte detrás y saldrás al ruedo con una
historia embarazosa que me revuelva las vísceras y me quite la risita que tanto
te arrecha. Y así estaremos, caminando frente a frente, en círculos, escupiendo
venenito en pocas dosis a los ojos bien abiertos. Y vendrán e irán lepes,
punzadas y uno que otro golpe muy bajo. El picante se convertirá en el elixir
para repeler con hipocresía la cercanía que tanto anhelamos. El agridulce de
las palabras se va convirtiendo en brebaje espeso que nos vaya deteniendo en
miradas, en labios entreabiertos, en manos que se buscan. Si no salta ninguna
liebre inoportuna, ninguna estupidez, el silencio se adueñará de todo con
pasmosa velocidad, y toda esta tontería terminará en un beso, en un abrazo, en
el derroche explosivo de la pasión que encendimos a fuerza de piedritas en el
camino.
domingo, 22 de julio de 2012
Voy a inventar un premio
Voy a inventar un nuevo premio a la calidad. Y lo voy a inventar para dárselo
a aquellos que andan en la penumbra. Voy a crear este galardón para ampliar el grupito de siempre, el de los amigotes que se adueñaron del podio a fuerza de
costumbre y el cariño incontenible de la audiencia. Seleccionaré un escalón
alto en la calle para mostrar a mis muchachos, ésos, que si tuvieran que competir, lo
hicieran tan bien como nuestras figuras de siempre. Claro que sí. Voy a
sorprender a los que sólo apuestan a ganador, a quienes se resisten al cambio -aunque
éste sea para mejor-. No me importa. Yo sé que encontraré la detracción de
muchos conocidos y por conocer, pero tengo que dar a conocer a la mayoría de
quienes conforman la realidad cotidiana, de la calle, del cafecito; no tanto de limosinas y
mansión, sino de conversa y maravilla presentes. Lo siento, aterciopelado, pero
debo ampliar la puerta y dividir las ganancias (carita feliz).
sábado, 21 de julio de 2012
Se te saldrá el demonio
Se te saldrá el demonio por la piel. Tu cuerpo comenzará a serpentear al
ritmo de esa música endiablada y con
cadencia lenta y sensual. Tus ojos me mirarán por encima de las cejas mientras
acaricias tu escote con la punta de tus dedos. Cerrarás los ojos el instante
suficiente para hacerme tragar en apuros. Y ahí estaré yo, tan santurrón, tan
bien criadito, mirando con cada vez menos espanto y con más ganas… pero con el
deber de resistir. Tus sudores estratégicamente localizados, como estampillas impúdicas,
harán mover mis manos como niño mojigato ante el juguete atrevido. Y seguirá esa
música diabólica sonando, desgarrándome de un solo jalón la educación tan
luchada, mis piropos en flor, las estrictas lecciones de mi madre. Sin reparo a
mi decencia, tus hombros seguirán girando, tu cintura colgando de tu pecho descubierto,
tus cabellos adheridos sin remedio a tu frente, mejillas y labios. Y coño:
ocurrió. Cedí. No pude evitar acercarme, temblando y lo que quieras, pero ahí
iba yo, como un hombre ya crecidito, acompasándome a ese ritmo satánico, suave,
corruptor, dispuesto a cualquier cosa que tu pecaminosa cercanía dispusiera.
No soportarías la intimidad
No soportarías la intimidad conmigo. Es sólo tu buena disposición a
hacer lo que te dicta tu corazón, pero no creo que aguantes mucho a mi lado. Luego
del restaurante, de la discoteca, del humor y el rumor de las multitudes, de
los paseos, de la colectividad, despertarás a mi lado. Luego de tanto huir y
emocionarte con el futuro; después de juguetear con fascinación de estar cerca,
te encontrarás en el silencio inicial de nuestra juntura. Será en ese momento
cuando sepas cómo es compartir horas, días sin tener que huir, adónde huir. Estarás
entonces cuando nuestros pinceles se junten y veremos sin pintan lo mismo, si
tanto aspaviento fue para algo, o si por el contrario nos daremos cuenta de que
era sólo entusiasmo pasajero, desesperación por compañía o modos cliché. Veremos,
pues, querida mía, si la aventura continúa, si se afianza el sueño logrado o se
desbarranca irremediablemente por el precipicio de lo repentino, en el abismo de
la precocidad atropellada del éxito común.
Cantabas mi canción
Acababa de entrar en el vagón del metro, ahora en movimiento. Mis audífonos
se animaron a tocar una de mis canciones favoritas, de esas románticas de
siempre, de esas que siempre traen algo entre manos. En la estación siguiente,
la gente que venía de pié abandonó el tren, dejándome verte. Algunos metros
odiosos me separaban de ti, me separaban de lo que desde aquí parecía ser un
portento de mujer, una muñeca viviente. Mirabas por el ventanal, como aturdiéndote
con la velocidad. De inmediato viraste y clavaste tus ojos en los míos, y en
medio del estruendo que eso causó, comenzaste a mover los labios: cantabas mi
canción. Bastaron dos versos para saber que algo inquietante ocurría, y de ahí
en adelante no pude cerrar la boca. Tus labios navegaban por la letra de
aquella preciosa canción. Un travieso histrión se apoderó de tus gestos y me
recitó aquella preciosa pieza. Según avanzaba, según aquellas palabras,
sonreías, fruncías el ceño, fingías indiferencia. En la estrofa del abandono
miraste al piso y en la del encuentro, de nuevo a mi rostro. Después de
bambolearme de aquí para allá y viceversa; después de engancharme en aquella
extraña e irrepetible escena, los tres te quieros in crescendo del cierre eran
gesticulados con la vehemencia de los amantes, con el miedo a perderme, con éxtasis
de la entrega. En este momento, con el timbre del próximo paradero, te saliste
y te perdiste entre la gente en el andén; en un santiamén mi carrera a la
puerta por cerrarse no bastó para saber si estabas cerca, si desaparecía en la
cotidianidad, si exististe en realidad.
Desde mi ventana
Ya no importa tanto lo que ocurrió antes, mucho antes. Ya las cosas se
ven de otra manera, muy distintas a la culpa, a la violencia silenciosa, al
sobresalto constante. Es una hermosa y necesaria retrospectiva que nos hace
redondear un aprendizaje tremendo. Ya no estamos al calor de una discusión
estéril, hiriente, destructiva. Ya no estamos preparándonos para armar el
próximo berrinche. Eso pasó, y desde la distancia, desde el cariño, se sella el
álbum que veremos con cierta sonrisa y quedo lamento. Ya no estamos, por
cierto, levantando los mismos castillos, tejiendo los mismos vuelos, cerrando
los ojos en pos de los mismos llegaderos. Ahora estamos sentados más
tranquilos, pero con mejor vista del camino, con una perspectiva sonriente de
cómo darle la vuelta a los obstáculos que tan tontamente nos paralizaron; de
cómo llegar en menos pasos a la meta planteada; a llegar, casi ilesos -por fin-,
al inicio del sueño de la vida madura.
Nunca se está preparado
Nunca
se está preparado para el éxito… o para la pérdida. Así se espere, así se tema,
así se proyecte. Nunca se tendrá en el entendimiento, en la alforja, la
verdadera magnitud del asunto hasta que éste toca la puerta, momento en el que
claro, hay que abrir. No importa lo inteligente, lo formulado, lo elaborado del
discurso. No importa cuántas veces haya ocurrido: el experimento anterior nunca
fue tan contundente como este. El amago dice tener la solución. La ilusión o el
temor, la alegría o la tristeza harán coro mientras se sube una vez más al
podio o mientras la rodilla toca de nuevo la tierra embarrada que no olvida. Nunca
se domina lo que sobreviene. Nunca se podrá decir, con la certeza pretendida,
que nuestras redes eran lo suficientemente amplias como para abarcar tan pretenciosa
jornada.
viernes, 20 de julio de 2012
Contra el monstruo
Peleé contra el monstruo. Argumenté
brillante y furiosamente. Puse las cartas en la mesa y las leí con
todo el postín de la oportunidad. Creo que tengo la razón. Ahora,
después de unos días de pugilato, el monstruo está dormido; y
aunque no parece, sigue siendo tan peligroso como siempre se exhibió.
Entre sus sollozos se asoma la amenaza. De vez en cuando abre los
ojos y lanza su zarpazo, pero ahora estoy prevenido, refugiado en mi
honestidad. Sin embargo, debo ir haciendo mis maletas, porque me
enteré de que el monstruo contra el que peleo tan airadamente, con
este rictus de triunfo, es dueño de casa.
jueves, 19 de julio de 2012
Optimismo infundado
Soy advertido por los míos de un
optimismo infundado, de extrema ligereza, sumamente peligroso. Me
levanto con una extraña sonrisa, con el entusiasmo de un presumible
sueño visionario. Y así salgo a la calle, con la esperanza de que
pronto llegará el desamarre de los nudos del momento, del desenlace
de las tortuosidades ocasionales del camino. Repelo con total éxito
las aves que auguran malestar, fracaso; que profesan lástima y
desencanto. Aunque les agradezco su compasión, les deslumbro con mis
ojos llenos de ideas, con mis manos que dibujan proyectos impensables
en el aire. Aunque a veces me siento en el murito a tratar de abrir
los ojos a la realidad, nada de
lo que me explique surte el efecto temido y sigo con mi sonrisa, la
que no me abandona desde la mañana. La verdad es que esta locura no
cura, no libera de algunas cadenas frágiles en mis tobillos... pero
es que justamente ahora no quiero caminar. Mientras, tengo en mente
un buen itinerario que me arrancará de un jalón esos pretendidos
impedimentos a mis próximos pasos, a mi meta.
Himno en Oferta
El polvo de nuestras tierras
se levanta al golpe de las botas del
soldado
que defenderá la patria
El cielo azul atestiguará el derrame
de tu sabia liberadora de dignidades
para luego regresar a tus venas
como trabajo enaltecedor
como justicia infinita
como realidad virtuosa
pues empuña ahora
la pluma creadora de pensamientos
dispara tu creatividad solidaria
y teje el nuevo blindaje
de nuestro futuro invencible.
domingo, 15 de julio de 2012
Quítate de enfrente
Perder
el control. La ira amenaza con salir a un muy pernicioso paseo. No sé si pueda
o ceda. Gotas de sudor se deslizan por mi frente y caen en mis pestañas,
mientras el temblor en mis manos cerradas espera a que mis ojos ciegos se
decidan a mirar lo que realmente existe. Un gemido se escapa, mostrando que
todavía hay mucho qué decir, mucho qué gritar en las caras. El silencio casi
absoluto todavía vence al deslave de frases inoportunas, de expresiones dignas
de posterior y seguro arrepentimiento. No puedo hacerlo, no debo. Mi
respiración se calma, mientras le furia se sienta a esperar… sin moverse, sin
retirarse. Tengo mis sospechas, creo saber que no basta todavía, que no puedo
confiar en esta terrible tranquilidad, que es la cárcel abierta de un animal dañino,
herido, que está dispuesto a tirar en el suelo cualquier consideración bien
trabajada en años, cualquier pizca de sentido común… mejor te me quitas de
enfrente.
Será mejor que contestes
Haré preguntas que le haría a un amigo y trataría de contestarlas yo
mismo. Imaginaré que al mirar al espejo estoy mirando a otro y me dispondré a
criticarlo. Compararé lo que hago con lo que aconsejaría hacer y sacaré,
seguramente, un buen escenario en el que comiencen mis luchas internas. Buscaré
el interruptor donde se apagan las hipocresías y el miedo, y miraré
atentamente, con suspicacia incansable. Entablaré una fuerte discusión conmigo
mismo, y estableceré, definitivamente, mi unión, mi coherencia... o mi ruptura
definitiva entre dos carajos que no se hablan.
¿Y desde aquí? tampoco...
No
es fácil. Tiene sentido, pero no es fácil ¿O lo es? Cuéntame de los muros que
levantamos por dentro, dejando ver sólo lo que nuestra supuesta conveniencia
dicta. Repíteme el cuentito de lo que me conviene para examinarlo hasta la
saciedad, hasta que me anestesie y pueda verlo como algo ajeno, abiertamente
criticable. La verdad se me mueve con cada paso que doy hacia delante, atrás a
un lado; incluso, cambia si me quedo detenido, aparentemente paralizado.
Torciones de brazo para saber si no digo algo que sé y que podría aprovechar.
Asfixias ocasionales para examinar cuánto aire necesito realmente. Me parece
que estoy aprendiendo a respirar con menos aire. Casi puedo afirmar que puedo
vivir con mucho menos cosas blandas de las que calculé al principio. Sin
embargo, a medida que descubro, descubro que me aislo, que mis “lo bueno” y “lo
malo” son otra cosa, que están fuera de lugar cada vez, que no hay contexto
para ellos. Exceso de palabras, esguinces gramaticales torturan al oído
primitivo que tengo ahora. Argumentos sin argumento mortifican a quien siente,
a quien sólo desea sentir bien. Caminaré por caminos no diseñados para pasear;
veré paisajes olvidados por el comercio de almas; beberé de aguas con cuya
contaminación comulgue. No es como dejarse llevar. Realmente, es como llevar
una cabalgadura fiel, aunque fuerte y caprichosa. Difícil el viaje, pero parece
que el destino se parece más a mí que el camino. Ya veremos…
Me la debes
Me
la debes. Me debes tremendo favor. Yo no he tenido que recordártelo… tú has
sido quien más énfasis has hecho en esa deuda. Pues la carreta comenzó a correr
con ese impulso, con esa pendiente a mi favor, y no lo desaproveché. Como me debías,
no podías gritar y desaforarte. Como actué tan bien, debiste callar cuando
necesitabas disparar tus cañones sin miramientos. No me pudiste cazar y montar
tu bota en mi espalda. Como no podías ni ladrar ni morder debiste escuchar, y
eventualmente comprender. Mis errores y desatinos fueron cubiertos por esta
capa protectora, y aunque la bestia nunca me dominó y ni te herí, sentí esta
truculenta ventaja en el juego en el que ambos debíamos ganar. Ahora no sé si replantear
esta jugarreta torcida que ha dado tan buenos frutos, y que de otra manera no
hubiésemos podido llegar al jardín que ahora habitamos. Lo que sí sé es que cada
vez me decido menos a deshacerme de esta pata de conejo, de este amuleto en forma
de extorsión que comando silenciosamente, con la suficiente inocencia como para
ser culpable.
sábado, 14 de julio de 2012
Mejor de lejos
Eres
un lujo que pasa por enfrente. Eres terciopelo de gente. Eres la duda que
conservaré para siempre. La lejanía te otorga perfección y me regala un peluche
que no estará en mi almohada, sino que observará, con su sonrisa inamovible,
desde su lugar en el fresco balcón. Cercanía ocasional, siempre fugaz. Un abrazo
de amistad de lo más sincero, pero no siempre honesto electrocuta mi confianza
cobarde. Tienes estilo, tienes pertinencia, tienes la sabiduría del silencio
como arma secreta que se dispara sola. Pero te quiero a esta distancia, a salvo
ambos del roce que con necedad suele acabar con las magias que regala la vida. Por
tanto, te brindaré mi admiración muda para no empalagar lo que ya resulta
dulce. Por tanto, desearé lo mejor desde esta esquina, muy a salvo, prudentemente
a distancia de tu piel, de tu aliento, de todo eso que guardas y que no quiero
desperdiciar porque sí.
Medicamento rápido
Quiero una pastilla de
crisis, de accidente, de sacudida. Quiero digerir más rápido lo que tengo
pendiente; pero no tengo tiempo qué perder. Quiero comprender de un modo
tecnológico, moderno, de repente. Quiero sentir, de un día para otro, el
despojo de estar al borde, a milímetros del barranco. Quiero someterme a una
terapia de choque, en la que la electricidad incinere el polvo y la paja de mis
pendientes, de mi pasado, de mi futuro. Quisiera sentir que todo lo que había
en mi mesa cayó al suelo y sólo quedó lo más valioso, lo verdaderamente vital
para seguir adelante. Tal vez sea como la mochila ligera de Borges. Quiero que
la tontería se deslice por entre mis mejores cosas y las deje al descubierto.
Quiero que la erosión necesaria venga y abra las grietas por las que pueda ver
mejor el fondo. Quiero también que las gríngolas caigan de mi cara y la
claridad me despierte, me haga caminar hacia el sitio desconocido que
seguramente sería mi nuevo rumbo.
Dame ausencia
Dame ausencia. Dame
lejanía. Dame distancia irrecorrible. Dame imposibilidad. Deja de extender la
mano, porque tendré que tomarla, acariciarla, besarla. Dame recuerdos,
experiencias pasadas. Regálame una despedida ritual. Conviértete en verbo conjugado en pasado, en mirada perdida, en pasaje secreto. Deja tu estela para
que el mar la borre con el vaivén a que tenga a bien. Comienza de una vez a
habitar mis sueños y a hacer mi voluntad en ese ámbito burlón. Atrévete a dejar
mis brazos, mis labios; a soltar mi mano y voltear la mirada hacia tu destino
frío, concurridamente solitario[1].
Tal vez todo sea una payasada... estas palabras, la sensación, el dolor, pero
bueno, debo comenzar a ocupar mi mente, mi corazón, aunque sea de basura.
¡Gané!
Tal
vez sea una ilusión óptica, una patraña de la vida o una mentira blanca del
firmamento, pero gané. Las dudas saltan por mi lado, pero no me importan ahora.
Gané y eso es lo que importa. Solo, en equipo, como sea, pero me siento
triunfador, invencible. Imagino que no me vendrás en este momento a alertarme,
a prevenirme de los peligros de confiarse; no te voy a escuchar porque estoy de
júbilo… porque gané. No me importa mañana, ni pasado, y ni el próximo día. Nada
quitará del calendario lo que pasó hoy. Vendrán batallas más duras, más serias,
más exigentes, y por encima de la certeza de ello, la verdad, no me importa
hoy. Es un logro, un paso adelante, un acercamiento a la felicidad, a la tranquilidad. Es
tiempo de la reflexión alegre, de sonrisas; es tiempo de brindis, de
carcajadas, de seguridad a ultranza…
¿Te vas a
quedar ahí con tu cara de miedo incipiente? ¡Abrázame, coño, y disfruta de mi fiesta!
Sigue en esa vaina...
Dame
por sentado. Destrúyelo todo. Cuenta conmigo ciegamente y comienza a roer el
hilo que nos sostiene. Dame por sentado. Acostúmbrate a recibir mi mano al
extender la tuya, sin importar tus pecados, tus desplantes. Juega a proyectar
la vida sin fundamento alguno, sin siquiera argumento de dudosa validez. Tira
puentes sobre ríos cuya envergadura desconoces; vuela a través de turbulencias
que provocaste sin saber, sin querer saber. Atrévete a hacer una cita con un
futuro incierto, con un fantasma en plena fabricación. Sigue comprando
manufactura de garantías fraudulentas, adquiriendo malos bienes. Sigue
sosteniendo esta vasija con agujero, de la cual cae lentamente lo que pretendes
conservar para siempre. Sigue jugando números ilegibles de loterías extranjeras…
sigue pelando bolas.
viernes, 13 de julio de 2012
Fue sin culpa... ahora sí
Al final del cuento, todo se reduce a
causas temporales, a pujanzas fugaces. Daños y llantos que
gobernaron una época y que parecían eternos, que aparentaban ser la
señal de los nuevos tiempos, pasaron a ser pasado. Cielos
encapotados y chubascos de lo más desconsiderados, truncadores,
fabricantes de pérdidas, yacen también bajo tierra. La culpa es una
necedad ahora. La queja dejó de ser utensilio de uso cotidiano. El
porque tú y el porque yo se fueron pomposamente a pasear para
siempre. Ya no vale la pena reclamar, porque ya no lo siento mío. Ya
no es menester sacar cuentas odiosas, saldos en rojo o facturas que
rayan en lo ridículo. Se ha levantado cierta y convenientemente una
cortina de bienestar que me protege en adelante de tanta
superficialidad, de tanta capacidad de lastimar, de ser lastimado; de
culpar y sentirme culpable. Me he dado permiso de sentarme en la
mecedora ya sin sobresaltos, sin pensamientos urgentes, sin tareas
inconclusas. Estoy bien.
jueves, 12 de julio de 2012
Eres nada
Eres
nada. Eres vacío, eres brisa que no anda. Eres espacio que no se ocupa. Eres
palabras sin decir. Eres pasado sin vivir. Eres futuro sin planear, presente
sin constancia. Eres música sin interpretar, frase sin escribir. Eres suspiro
en silencio. Eres sordo sollozo, lamento que no irrumpe. Eres deuda
al conocimiento. Eres disfraz que te presté para la función. Eres
desgobierno de emociones, frialdad fingida, decisión ausente. Eres divagación
de temas inexistentes. Eres abrazo solitario en la neblina, oferta en la abundancia. Eres
transparente, y tu vacío deja ver a través de ti, sin valor agregado, sin suma,
sin ganancia. Eres presencia impresentable, riqueza que no se derrocha, tristeza que
no se llora.
Si no tú, alguien más
Si no eres tú, es
alguien más. No te creas quien salvó mi mundo. No creas que tu ausencia es
irremediable. No pienses más que sin ti me quedaría varado, estancado, porque
la vida nunca es tan canalla. No te ilusiones con ser con quien sueño, con
quien anhelo estar cada día, irremediablemente, lapidariamente. Quítate de la
cabeza las imprendicibilidades infundadas, falsas, inexistentes a mediano
plazo. Dame crédito en lo que te digo; no durarás demasiado como fantasma al
acecho, como espectro enterrado en mi pecho. La vida evoluciona, los días tejen
nuevos inventos; cada minuto es un pescador de sucesos, de casualidades, y si
dudas de las posibilidad de una casualidad, aquí me tienes, nacido de una
mirada, de un dejo de ansiedad, de un paseo por donde, aparentemente, no debía
ir. Como en el dominó, se pierde y se gana y luego se baraja la mano… y se
comienza de nuevo, con más o menos puntos, pero se comienza. Ya basta de
regocijarte en las posibilidades de mi dolor, en la certeza de mi sufrimiento
sin tu sombra acobijándome. No hay manera de quedarse atorado en el mismo hueco
para siempre; no soy ese tipo de sinvergüenza, aunque reconozco que si lo soy
de algún otro tipo. Entonces, su merced, me despido con algo de sonrisa, con
mucho de esperanza, y con la certeza de que lo que viene será bienvenido por
ser necesario, por ser otro punto de crecimiento. Au revoir.
¿La felicidad? ...tremenda esclavitud
Tremenda la esclavitud
que brinda perseguir la
felicidad. El raciocinio se convierte en amigo falso, en
consejo inoportuno, y los sentimientos, las sensaciones se convierten en una
carga oculta, sin posibilidades de ser avistada, de crecer, de desarrollarse.
Terribles las voces agoreras que cada noche nos susurran al oído, nos predicen
la soledad previa, el tormento previo… ¿previo? ¿a qué? A la felicidad, claro.
Se aparece entonces un horizonte que sólo sirve para caminar en vano, para
perder tiempo valioso. Cada día sin vivir se convierte, lastimosamente, en un
día perdido para siempre. Y como perros buscando alcanzar su cola, damos
vueltas, vueltas y más vueltas, sólo para quedar en el mismo sitio,
debilitados, mareados, resbalándonos en el lamento. Saber se convierte en el
arma predilecta en nuestra misma contra, y mientras más sabemos, más lejos se
coloca el horizonte, más amplio, más definible… pero inexorablemente, más
lejos.
lunes, 9 de julio de 2012
Viviré en el dolor
Viviré con ese dolor. Sin disparadores, sin explosiones que diseminen su
desolación a la superficie, su destrucción alrededor. La pelea está perdida,
por lo que conviviré con el verdugo. Los derrumbes serán controlados, en
soledad. El sollozo no verá el sol. La gente se preguntará qué es ese ruido en el
sótano, pero seguirán su camino como si nada; nunca se enterarán del cuento
completo, de la historia que aún hoy no deja de ser tortuosa, espinada. Mientras
tanto, por el momento, una mirada al espejo, una sonrisa fingida y la falsa empresa de pasarla bien.
domingo, 8 de julio de 2012
Qué necio, pana
No tiene sentido nada. Todo
está abierto. Nada nos detiene para apreciar o actuar. Por consiguiente, queda
de mi parte la responsabilidad de avanzar, de establecer mi bienestar de gozar
a plenitud. Pero qué va, no estamos para eso. Levantaré una pared entre ese
espacio mágico y yo, y luego de un tiempo, reclamaré por mi encierro. Con mucho
esfuerzo, más de lo que planeaba al inicio, abriré una ventana inmensa para
mirar cómodamente, desde lejos, lo que dejé escapar sin mucha queja. Pero no
será suficiente, y poco a poco me daré cuenta de que todavía puedo sacar medio
cuerpo y tocar aquella libertad con la que he comenzado a soñar con desesperación.
Colocaré algunos barrotes para asegurarme de no tener mi destino de nuevo sobre
mis hombros. Y entonces llegará el momento del romanticismo trágico y comenzará
la lucha por la liberación desde mi cautiverio autoconfeccionado, escupiendo
culpas al prójimo, vociferando que daría mi vida por la libertad plena. Qué ganas de joder, ¿no?
¿Cambiar o permanecer?
¿Qué
debe cambiar y qué quedar siempre igual? ¿Qué debe modificar su forma por
necesidad, por fastidio, porque debe evolucionar o porque sí? Por otro lado, ¿qué
debe permanecer igual por sagrada tradición, por flojera, porque ya evolucionó
o por conveniencia? Probaré cambiar las cosas porque no soporto más, porque tal
vez lo otro sea mejor, sólo porque es distinto y la moda y la inconstancia
dictan que variar es bueno, es rico, es necesario. También probaré, por
supuesto, conservar todo como está. Esas cosas tan divinas, tan placenteras,
tan bien hechas, se quedarán como están; no tienen coyuntura, lado flaco, nada
qué arreglar. Y tampoco cambiarán porque eso cuesta mucho, por falta de
conciencia, porque nadie me ayuda, porque no estoy bien convencido… porque sí. Total,
que después de tanta prueba sin control, quedé muy enredado. Por lo pronto, el
tostón con ajo y el guarapo de papelón con limón me los dejas igualitos, que
están muy buenos: no inventes, no me los evoluciones ahora, no me los declares non gratæ
aún.
sábado, 7 de julio de 2012
Ah vaina: ¡Es en serio!
Y
fue así como las corporaciones farmacéuticas y las cadenas de comida rápida a
nivel mundial se pusieron de acuerdo e hicieron el esfuerzo que estábamos
esperando. Ellos se avocaron a la salud colectiva. Las comidas rápidas
invertirían una millonada para reformular sus platos y bebidas con el fin de
lograr comidas saludables que contribuyeran positivamente al desarrollo físico de
sus clientes. Las farmacéuticas, por su parte, orientarían sus fórmulas para
curar lo más rápidamente posible a los pacientes y coordinar luego con las comidas
rápidas la estabilización de la salud pública, tradicionalmente afectada por
sus productos. Ambas iniciativas validarían la antigua conseja de que la mejor
medicina es la comida. Debido a la nueva empresa de esas organizaciones,
volcadas al bien común por decisión propia, y aún a costa de sus ganancias
tradicionales, hubo una revolución en el bienestar de todos los ciudadanos
afectados hasta ahora, con la consecuente mejora en la percepción de la
colectividad de la imagen de estas grandes corporaciones. Es decir, estos
grupos económicos dejaron de preocuparse por sus propias y exorbitantes
ganancias, para aportar bienestar al ser humano al que le debían sus altos
puestos en la sociedad.
¿Tú crees en esa vaina?
Coño,
chamo, ¿cómo vas a creer en esa vaina? Tú si eres pendejo y fastidioso. Yo que
creía que eras más inteligente, pero por lo que veo también te falta un
tornillo. De verdad que no lo puedo creer… ¿Desde cuándo andas en eso? Hace tiempo,
¿no? Pero dime, ¿por qué crees en eso? Mmm entiendo. Tienes derecho a creer lo
que tú quieras, pana, pero coño… ¿Cómo? Que ¿en qué creo yo? Mira en lo que yo
creo, ¿no te parece qué así son las cosas? ¿No? Dime tu argumento… Ya veo. La
verdad es que viéndolo desde ese punto de vista no es tan descabellada la vaina,
de verdad que no. Pero fíjate, de estos cinco argumentos sólo puedes rebatirme
uno, ¿no?… bueno, cuatro, está bien. Yo creo en lo que te dije porque así crecí
y he podido cotejar muchas de esas cosas con lo que ocurre cada día –no sé tú-.
¿En serio? Ah, caramba. Siendo así… ¿Y dónde pudiste ver eso? ¿Dónde? Interesante ¿Y eso
queda lejos? No, yo no quiero ir; recuerda que yo no pienso como tú, pero dime
dónde queda sólo para saber; tú sabes, siempre hay gente a la que eso le podría
orientar y ayudar a ser feliz… pero a mí no, claro.
Llegó el terremoto
El terremoto llegó y acabó con todo. Esa fue
la impresión. El movimiento sacudió todo lo que se presumía bien puesto y lo
tiró al suelo. El mundo parecía acabado, y el dolor se hizo cargo de todo. Pedazos
rotos. Retazos inéditos regados por todo el lugar. La desolación reinó por unos
instantes que parecieron sin fin. Pero eso fue hace mucho. No acaban los
terremotos al día de hoy, pero están previstos. Por muy sorpresivos que puedan
parecer, sus cartas bajo la manga y sus atajos son avistables desde este punto.
No dejan de romperse algunas esquinas para redondear lo escabroso, y los
retazos salen en su último desfile con sus sentencias de muerte en la mano,
como si previeran su desaparición. Los movimientos son más continuos, encierran
cada vez menos dolor y quizás llegan a brindar algún disfrute. Ahora todo es
más refrescante, más conversable. Ya no hay tabúes. El libro abierto puede ser
leído por los transeúntes y hasta resultar aburrido. Ya el bosque se abre a la
vista y se ve el camino torpe que me empeñé en enderezar en mi ceguera. La frustración
entra en la comprensión. La desesperanza de otrora está enmarcada y colgada
cerca, por si acaso se quisiera olvidar la lección. Ahora los sismos son invocados
chasqueando los dedos en un gesto irreverente con el pasado. Ahora, aunque no
soy invencible, me siento invencible.
Pequeña convicción
Me
hablarás con convicción de tu nueva reflexión. Vendrás con cierta urgencia a
manifestarme tu nueva comprensión de las cosas. Me harás sentarme cómodo porque
la conversa da para un rato, y te quieres asegurar de que entienda bien lo que
me cuentas. Con los dedos en la sien y con los ojos sonreídos, te escucho y voy
dibujando mentalmente, en mi viejo mapa, ese paisaje que recuerdo claramente. Tu
entusiasmo despierta el mío. Tus miradas al techo, a la ventana, como buscando cómo
decirlo. No hay novedad para mí en lo que dices; sin embargo, escuchártelo a ti
es tremenda novedad, es tremenda satisfacción. Comprendo bien lo que dices; he aprendido
algo más… abrázame.
Fue repentino el cataclismo
Fue
repentino el cataclismo. Se desató el sentimiento y las lágrimas en
amasijo con la sonrisa exhalada, disparada por ese gatillo inesperado que
irrumpió en mi tranquilidad tan elaborada. No me dio la gana de calmarme. No me
importó el público, boquiabierta audiencia que veía a un raro animal llorando
de amor redescubierto. No hubo palabras, aunque quería gritar. Sólo sollozos
desesperados y unos ojos que no paraban de pedir y pedir era lo que pude
proferir. Como un mudo con ganas de dar un explosivo discurso anduve vagando
por el callejón, ya recuperándome de aquella escena ajena que me dio de comer
por unos instantes, que me confirmó como ser vivo, luego de tanto silencio, de
tanta oscuridad disimulada con lucecitas de mentira, con reflexiones prefabricadas: Estoy vivo… te buscaré.
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