El alumbrado público es necesario para garantizar cierto
nivel de seguridad, transitabilidad y hasta de estética en el lugar. Enfrente de
mi casa hay un poste cuyo bombillo no funciona, y es tanta la distancia al
próximo poste, que todo está en una oscurana aterradora al llegar la noche. Por
lo tanto, no tengo seguridad, transitabilidad ni estética: no se ve nada, pues.
Si el encargado de mantener el alumbrado público no cumple
su tarea, la verdad es que no me interesa su tinte político, su tendencia
filosófica, su religión ni sus disgustos personales. Ese encargado remunerado
para mantener nuestro alumbrado simplemente
debe colocar el bombillo en el poste enfrente de mi casa. Si es una empresa
privada derechista, si es una corporación trasnacional imperialista, si es una
comuna socialista, si es una cooperativa de ciudadanos o un grupo de amigos, la
verdad no me importa en principio: me importa que la calle esté iluminada y pueda
salir de noche sin temer lo peor. Sé que muchos podrían desacreditar el texto
ya escrito en este punto, pero fíjense ustedes que si el bombillo permanece
apagado, no puede haber discusión ideológica posible: Si algo no funciona, no funciona y punto; no importa si el que los
deja de poner es blanco, negro, harto trabajador, familiar o buena gente: No Sirve.
Una vez que esté puesto el bombillo y yo pueda salir sin
miedo de casa en la noche a visitar a mis vecinos, podré discutir con ellos
cómo es que debe llegar el bombillo al poste en lo sucesivo, con la mayor
justicia posible; pero mientras, estoy aquí, encerrado, desde hace años, escuchando
por la radio justificaciones de por qué estar a oscuras vale la pena.
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