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sábado, 3 de febrero de 2018

¡Que alguien ponga el maldito bombillo!

El alumbrado público es necesario para garantizar cierto nivel de seguridad, transitabilidad y hasta de estética en el lugar. Enfrente de mi casa hay un poste cuyo bombillo no funciona, y es tanta la distancia al próximo poste, que todo está en una oscurana aterradora al llegar la noche. Por lo tanto, no tengo seguridad, transitabilidad ni estética: no se ve nada, pues.

Si el encargado de mantener el alumbrado público no cumple su tarea, la verdad es que no me interesa su tinte político, su tendencia filosófica, su religión ni sus disgustos personales. Ese encargado remunerado para mantener nuestro alumbrado simplemente debe colocar el bombillo en el poste enfrente de mi casa. Si es una empresa privada derechista, si es una corporación trasnacional imperialista, si es una comuna socialista, si es una cooperativa de ciudadanos o un grupo de amigos, la verdad no me importa en principio: me importa que la calle esté iluminada y pueda salir de noche sin temer lo peor. Sé que muchos podrían desacreditar el texto ya escrito en este punto, pero fíjense ustedes que si el bombillo permanece apagado, no puede haber discusión ideológica posible: Si algo no funciona, no funciona y punto; no importa si el que los deja de poner es blanco, negro, harto trabajador, familiar o buena gente: No Sirve.

Una vez que esté puesto el bombillo y yo pueda salir sin miedo de casa en la noche a visitar a mis vecinos, podré discutir con ellos cómo es que debe llegar el bombillo al poste en lo sucesivo, con la mayor justicia posible; pero mientras, estoy aquí, encerrado, desde hace años, escuchando por la radio justificaciones de por qué estar a oscuras vale la pena.

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