Las emociones se apoderaron de mí. Soy un amasijo
desordenado de pensamientos agudos y repetitivos que hacen ruido mientras trato
infructuosamente de tranquilizarme y avanzar. Camino para allá y para acá y no
logro apagar las voces, ideas o figuras extrañas que desfilan frenéticas en mi
cabeza. He sido colonizado poco antes de lograr el objetivo: la paz, el equilibrio.
Repaso la receta otrora efectiva para bajar la presión, pero no cede; la verdad
es que parece conservar toda su fuerza fastidiosa y sigue goteando sobre mí su
sustancia pesada, viscosa, indeleble por ahora. La imagino con cierta sonrisa
de sadismo, con el puntaje a su favor. Trato de estar por encima de la
situación, pero un techo duro, infranqueable, invisible, evita muy fácilmente que
salga de esta mortificación. Dicen por ahí que saber de la enfermedad es el
comienzo de la curación, pero al menos por ahora, para mí, eso no es verdad. No
puedo despertar…
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