Dejarme descansar al
fin después de esos días atribulados solo fue el verdadero comienzo de nuestra
historia juntos. Luego de aquel día tan triste debí imaginarme alguna manera
traviesa de verte, de hacer que me vieras, de conversar sobre lo que quedó
pendiente. Me colaba en tus momentos de indecisión para señalarte el camino. Me
deslizaba en tus sueños y hacía mis mejores apariciones para sentarme a tu
lado, hablar un poco de cómo van las cosas ahora, ¿y por qué no? bromear un
poco sobre tus defectos y los míos. No hubo abandono. No hubo la nada. Todo siguió girando como
siempre, pero ya formando parte de una nueva conciencia de lo que somos, de lo
que nos rodea. Se acabó el sobresalto entre nosotros. Feneció toda la pasión
inmadura, efervescente e incierta que tanto nos movía, que tanto nos desviaba
del camino para dar paso a algo más reflexivo, contemplativo, algo más sereno y
abierto, en resumen: algo más amoroso. Así me gusta más. Así parece ser lo
natural que debió ser la vida desde el comienzo, pero por enredos y
distracciones superficiales no lo fue. Solo queda esto, así, de esta manera que
acaricia. Y así será hasta que ambos, tú y yo estemos juntos de nuevo en este
lado, el lado que siempre existió.
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