Si estuviésemos juntos de nuevo en ese momento tan importante para todos, te tomaría de la mano. Siempre estuvimos lejos físicamente, pero te tomaría de la mano. Haría cosas que nunca hice, como esa, porque han pasado los años y la conciencia parece haber avanzado… y conciencia es amor. El amor me permitiría alejarme de los miedos, las vergüenzas y los complejos —que son lo mismo— y podría yo desinflarme tomando mi forma verdadera, hacer lo que me dicte el corazón con ese aliento de terciopelo, de desenfado, de desinterés por las cosas. Si estuviésemos juntos de nuevo, en ese u otros momentos, te sonreiría e incluso te haría saber, muy amorosamente, el dolor que me causa tu dolor, haciéndote saber, cada vez, que nunca te abandonaría. El problema de este planteamiento es que nunca volveremos a estar juntos y no puedo convertir mi falta de madurez en un sufrimiento, en una culpa estéril que me punce por el resto de mi vida. ¿Qué hacer? Pues, se me ocurre que puedo avanzar y determinar que, para aquel momento, no tenía los recursos necesarios para serte útil, que los años ya me mostraron ese aspecto necesario de la vida y que ahora puedo practicarlo con quienes todavía están cerca. Gracias por la enseñanza.
Espero que te guste el contenido. Para sugerencias, objeciones, protestas o propuestas, escribe a "leonardo.rothe@gmail.com"
viernes, 25 de octubre de 2024
martes, 8 de octubre de 2024
Tengo un plan
Ya no sé qué hacer. Ante la resistencia de esa conciencia productora de paz que no termina de llegar, le “bajaré dos” a esa empresa y pondré el intelecto y el ego como vehículos forzados para evitar las explosiones de ira, susto o desesperanza. El plan es, al enfrentar una situación cumbre, levantar la voz propia, la que grita y asegurarme a mí mismo que lo que tengo enfrente es una prueba. No importa quién sea el administrador de esa prueba: yo soy el examinado. Ese es el plan. En el tráfico, en el hospital o en la oficina pública, cuando sienta que comienza a hervir la sangre, mi mantra será: “No juzgar de ninguna manera. No juzgar situaciones, no juzgar personas, no juzgar cosas: esto es una prueba”. Y desde ese momento en adelante, ver qué puede hacer por mí el intelecto ególatra que quiere ganar todas las pruebas, todas las competencias para las que se ha preparado. Quién sabe si, muy adentro, muy quietecita, está mi anhelada conciencia mirando, escuchando, sintiendo y, dados los tumultos, las escaramuzas en la azotea, ella decida manifestarse de una vez por todas.
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